18/3/09

EL LABERINTO DE LOS KIRCHNER

Y LOS DILEMAS DE CARRIO Y MACRI

Autor : Vicente Massot

La campaña electoral comienza, con múltiples interrogantes, mientras Diputados se reúne, los policías bonaerenses marchan, se preparan movilizaciones simultáneas por la inseguridad en la capital federal y ciudades del interior; Cristina de Kirchner visita La Plata, el ciudadano convive con sus peripecias cotidianas: la violencia, la depreciación salarial y el desempleo.

¿Cómo impactará semejante cóctel en las urnas de junio?


Aqui un interesante análisis del estudio Massot & Monteverde.

Hasta el sorpresivo pero no sorprendente anuncio del adelantamiento del calendario electoral podía decirse, sin exagerar, que el contexto político argentino estaba condicionado por 2 certezas asociadas, a la vez, a 2 incertidumbres:

> cualquiera, que no fuese un necio, sabía que en octubre el país se hallaría, desde el punto de vista económico, peor que en marzo, pero
> nadie que no fuese un adivino hubiera sido capaz de determinar, con alguna precisión, el calado de la crisis con precisión milimétrica.

De igual manera, a nadie le pasaba desapercibido que, en términos de los diputados y senadores en disputa, el kirchnerismo ya había perdido la elección (no tiene posibilidad alguna de retener el número de representantes en la Cámara alta y baja obtenidos en el 2005).

Sin embargo, la dimensión de la derrota era y es, aun hoy, imposible de ponderar.

¿Han cambiado las certezas e incertidumbres arriba señaladas en virtud de la decisión tomada por el matrimonio gobernante?

Razones de peso existen para contestar que no.

Entonces, ¿por qué arriesgarse y adelantar en cuatro meses el acto que tenía fecha fijada para octubre?

Porque los eventuales beneficios resultan, de acuerdo al análisis efectuado en la intimidad de la quinta de Olivos, infinitamente más atractivos que los costos insignificantes que el gobierno podría tener que pagar.

Los tiempos de la economía no le dejaban a los Kirchner demasiadas opciones.

Junio, seguramente, no será un paraíso pero, en tren de especular y partiendo de la base de que

la crisis golpeará nuestras playas con más fuerza a medida que transcurra el año, haber ganado 4 meses ha sido, sin duda, una jugada atinada.
Medida, claro, en consonancia con los intereses del oficialismo.
Dicho de manera distinta y acaso con cierta brutalidad: si en octubre podemos estar en el infierno —habrán pensado Néstor y Cristina— porque no dar la batalla a sus puertas.
Junio, ciertamente, promete ser más benigno que octubre y, si pudiesen, los Kirchner querrían que los comicios se substanciasen mañana.

Vistas las cosas desde esta perspectiva el gobierno no tiene demasiado que perder en punto a lo que dirá la opinión pública y, en cambio, bien puede atemperar el peso de una derrota segura.

Es más, al margen de la incidencia que pueda tener el adelantamiento sobre la intención de voto de los argentinos, el oficialismo, al poner el centro de atención del país en las elecciones, de alguna manera obra el efecto de relegar a un segundo plano conflictos —el del campo, por ejemplo— que de otra forma, en caso de prolongarse, hubiesen sido letales, sencillamente porque no tienen solución a la vista.

No significa esto que, de buenas a primeras, la disputa con el ruralismo tienda a atenuarse y todos los contendientes, en aras de la democracia y de la gobernabilidad, vayan a postergar sus reivindicaciones hasta después de conocer el veredicto de las urnas. Nada de eso.

Aunque, lanzada a todo trapo la campaña electoral; con tan poco tiempo para definir, de apuro, las candidaturas y frente a la necesidad de forjar alianzas y pensar cuál es el derrotero más conveniente medido en clave electoral, el tema del campo, de la inseguridad, de los despidos y de la retracción económica, serán, obviamente, temas de las respectivas campañas pero estarán subordinados a los comicios por venir.

Valga un ejemplo: el intento de la Mesa de Enlace de desenvolver una estrategia en el Congreso para discutir, en ese ámbito, el tema de las retenciones, ahora quedará eclipsado —momentáneamente, al menos— por los aprontes de la campaña y su posterior desarrollo.

Quizá Macri, al desdoblar los actos electorales en la capital, le sirvió al kirchnerismo, en bandeja de plata, una salida elegante a sus dilemas de cómo presentarle a una sociedad harta de las especulaciones y las mentiras de los políticos, la novedad en la que venía pensando desde hace un mes. Si fue así, poco importa.

La historia está llena de consecuencias no queridas. En todo caso, lo importante es tratar de medir de qué manera beneficiará o afectará la modificación en marcha, los planes del arco opositor o, si se prefiere, de Elisa Carrió, Julio Cobos, Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá que, en definitiva, son los que cuentan en este caso.

El jefe de gobierno de la capital había llegado, tras largos cabildeos, a la conclusión de que los rigores de la economía podían obrar un efecto devastador sobre las finanzas publicas de la ciudad y, por lo tanto, era mejor desdoblar los comicios y asegurarse, en junio, de la mano de Gabriela Michetti, un triunfo que, con razón, imaginaba arrollador.

Al respecto, el razonamiento de Macri fue el mismo que el del santacruceño: si la crisis se aceleraba era necesario adelantar los tiempos electorales. Ello le permitiría al PRO, casi seguramente, controlar la mayoría de la Legislatura durante los dos años finales de su mandato.

Aunque la decisión se diese de patadas con la estrategia del Properonismo bonaerense —que quería a la Michetti en campaña junto a sus candidatos en octubre— el ex–presidente de Boca urgido, además, por su Nº2 —siempre renuente a encabezar la lista de diputados nacionales— hizo el anuncio sin imaginar siquiera que Néstor y Cristina Kirchner no dejarían pasar la oportunidad de montarse sobre la ola que había generado.

Con lo cual el ingeniero ha vuelto a fojas cero porque lo que él, haciendo punta, desdobló, el santacruceño de un plumazo lo volvió a unir. Ahora está obligado a barajar y dar de nuevo.

Tiene sentido que Gabriela Michetti insista en encabezar la boleta de representantes de la Legislatura porteña, dejándole a Elisa Carrió —que se presentará como primera candidata a diputada nacional por su partido, unido al radicalismo y a otros— el camino expedito para alzarse con un triunfo rutilante?

¿Se arriesgará el PRO a confiar en que se produzca en junio un importante corte de boletas que asegure la victoria de la Michetti en la Legislatura aunque se pierda, a manos de Carrió, la elección nacional?

Si los riesgos fuesen insoportables, ¿estará dispuesta la Michetti a dejar sus rescoldos de lado, enfrentar a Lilita y abandonar por dos años su plan de acción circunscripto, pura y exclusivamente, al ámbito de la capital federal?

Estos son los dilemas de Macri.

Por su parte, la cabeza de la Coalición Cívica sabe que el sueño de llevarlo a Alfonso Prat Gay como portaestandarte del partido en la boleta de diputados nacionales, fue sólo eso: un sueño.

Sabe, además, que en esta instancia y contra las dudas que pueda acumular al respecto, sólo ella puede asegurarle a la Coalición un resultado cuya espectacularidad depende más de Macri y de Michetti que de su voluntad. Puesta a lidiar con la estrella del PRO, hoy seguramente perdería y nada hace prever que el panorama cambie demasiado en los próximos tres meses.

Si, inversamente, la esperanza electoral del PRO insistiese en competir por una banca en la Legislatura porteña, la Carrió tendría asegurado un triunfo que la dejaría en inmejorables condiciones de cara al 2011.

En cuanto a Julio Cobos, es el menos expuesto de todos porque las urgencias que desvelan a los demás, a él no le quitan el sueño. En cualquier escenario tiene poco que arriesgar y no necesita organizar un partido y lanzarse a hacer campaña. Le basta con respaldar a tal o cual candidato con un juicio, una palmada o una declaración. Luego se sentará a esperar.

Tarde o temprano volverá a su partido que, salvo por una vocación suicida que se desconoce, lo recibirá con los brazos abiertos ¿Cómo dejar escapar o rechazar al hombre con mayor imagen positiva e intención de voto de la Argentina?

Por fin, está abierta la querella de las candidaturas en el seno del Properonismo bonaerense.

Sólo que ahora a de Narváez y a Solá los apura el tiempo que, súbitamente, se les ha venido encima y los obliga a dirimir una situación difícil mucho antes de lo que uno y otro hubiesen querido. Sobre fines de la semana pasada, pareció que la alianza —aún en pañales— se fracturaría sin remedio.

Una serie de declaraciones cruzadas entre sus dos principales referentes hizo pensar que los inconvenientes para decidir quién, finalmente encabezaría la lista de diputados, resultaban infranqueables.

Sin embargo, a comienzos de esta semana el panorama comenzó a cambiar y, si no mediase algún imponderable, no sería de extrañar que antes del próximo domingo el país conozca la decisión consensuada a la que habrán llegado de Narváez y Solá.

No está demás recordar que, mientras el 1ro. de los nombrados aspira a ser gobernador de Buenos Aires en el 2011, el 2do. se imagina compitiendo por la candidatura presidencial del peronismo.

Los 2 coinciden a la hora de definir a su principal enemigo: Néstor Kirchner, y reconocen, por tanto, que si se separasen el santacruceño acrecentaría las posibilidades de hacer una buena elección y los dejaría a ellos descolocados.

Tantas son las desventajas de la desunión y tantas las ventajas de marchar juntos que hoy las chances de un acuerdo definitivo son altísimas.

Ahora bien, el análisis precedente es válido en tanto y en cuanto el oficialismo pueda sentar 129 diputados en la Cámara baja y ese impulso se prolongue en la cámara alta.

La necesidad de dotar de basamento legal a la decisión de adelantar los comicios hace que el kirchnerismo no pueda eludir los riesgos parlamentarios. Serían inimaginables las consecuencias que arrastraría una derrota en el Congreso.

Es que la modificación del calendario electoral fue, básicamente, un reconocimiento tácito de que, o bien a octubre el gobierno no llegaba o bien que llegaba hecho pedazos. Como quiera que fuese, lo cierto es que a partir de la decisión de Kirchner hay 2 valores entendidos, a saber:

1)
que fue un acto de debilidad, aun cuando haya sido efectivo, y
2) que el propio oficialismo no tiene certeza de su futuro.

Si bien no puede descartarse, resulta difícil pensar que el Frente para la Victoria no consiga alinear a su tropa y a los aliados que le siguen siendo fieles entre hoy y mañana.

Con la ley bajo el brazo, Néstor Kirchner anunciará su candidatura y entonces estarán sobre la mesa todos los ingredientes capaces de transformar unas elecciones legislativas en un plebiscito en el cual el kirchnerismo jugará su permanencia en el gobierno a suerte y verdad.

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