Cumbia en el cielo:historia de dos diamantes en bruto
Son íconos que hicieron historia. Uno explotó en vida; el otro reinó después de la muerte. Ambos pasaron a la inmortalidad en accidentes de tránsito. Rodrigo y Gilda, de las tablas al santuario, por el trágico camino de la cumbia.
Autores : Pablo Noto / Ivan Rodríguez Alauzet
Apurados, los plomos suben un parlante que trastabilla con el paragolpes de la camioneta. Por suerte lo atajan. No se rompió. Cierran el portón trasero y salen a las “chapas”, es que tienen que llegar al show donde los contrataron para tocar a 30 minutos de allí.
Cerca de 40 kilómetros es el tranco que los separa de la bailanta. Cansados y a medio dormir, con tres conciertos al hombro de aquella noche, le meten pata. La velocidad es lo de menos, la cosa es llegar. “Más cuando la guita es buena”, comentan entre ellos.
A mitad de camino, el chofer cabecea, le gana el sueño. Pisa el freno al “toque” y se salvan de una tragedia. Deciden parar y tirarse un minuto en la banquina. Zafaron.
Esta historia es reincidente en la noche bailantera. Todos corren por el mango. De un boliche a otro, “si no llegás, no te pagan y hay que vivir”, rezongan los músicos. Claro, ellos son los que menos cobran. Los cantantes, “se llevan fortunas”. Irónicamente estos, en estadísticas, también son los más propensos en sufrir accidentes.
Los mejores ejemplos se los llevan, Rodrigo Alejandro Bueno, mejor conocido como “El Potro”, y Miriam Alejandra Bianchi alias “Gilda”. Ambos protagonistas de recordados y fatales choques en donde perdieron la vida los dos cantantes, parientes y músicos de los mismos.
El caso de Rodrigo es muy particular, porque la fiebre del “Potro” se dio el mismo año que falleció. Aunque con un mercado muy grande en el interior y varios discos grabados, Bueno no había logrado aún la masividad que lo llevó a conquistar Buenos Aires en 2000.
El mainstream le llegaría al tiempo que su paso al más allá, y este, asimismo, le daría la inmortalidad. Desde su partida el 20 de junio de aquel fastuoso comienzo de siglo, el cantante sería recordado no sólo por sus canciones y por su gran carisma, también tendría su propia meca ubicada en la autopista Buenos Aires-La Plata a la altura del kilómetro 35, donde cada año se congregan los fanáticos a rendirle culto.
Lo de Gilda, si bien resultó ser un accidente de tránsito, tuvo un giro inesperado en la historia póstuma. Ella venía componiendo y cantando desde principios de la década del ’90 y logró su mayor éxito en vida con el disco “Pasito a Pasito”. Con un público seguidor y respetuoso pero no tan masivo, el atardecer del 7 de octubre de 1996, en el kilómetro 129 de la ruta 12, yendo hacia Concordia, Gilda perdió la vida cuando un camión embistió al micro en el que se trasladaba ella, su familia y sus músicos. Allí también murieron su madre, su hija y tres de los artistas que pertenecían a la banda.
Pero la historia no tendría un punto final. Más adelante, luego de salir a la luz una de las últimas canciones escritas por ella que se toma como una suerte de premonición: “No es mi despedida”, comenzó la peregrinación y la adjudicación de milagros a la “Santa Gilda”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario