27/9/09

DESALOJO DE LA PLANTA DE TERRABUSI

Kraft: punto final para la “no criminalización de las protestas”
Por primera vez, Kirchner no puede controlar a la izquierda
La aparición de un nuevo sindicalismo de base y el desarrollo de un plan preparatorio de futuros estallidos sociales fueron anticipados por este medio tres semanas atrás. El episodio de Kraft-Terrabusi fue el primer capítulo de una serie que recién empieza.

Autor: Carlos Tórtora

El fenómeno de la nueva izquierda sindical se puede comparar al de organizaciones que se multiplicaron en los meses previos al Cordobazo, del que acaban de cumplirse 40 años. Pero el contexto es marcadamente distinto y con características inéditas en el país.

Veamos algunas de las mismas.

1) El desprestigio social de la cúpula sindical está alcanzando niveles sin precedentes. Para tomar un ejemplo, el proceso de la mafia de los medicamentos debilita a los sindicatos tradicionales en su punto más fuerte, las obras sociales. Desde otro ángulo, el fallo que el año pasado dictó la Corte Suprema de Justicia en el caso ATE-Pecifa es de influencia decisiva. Allí el tribunal se pronunció a favor de que puedan elegirse delegado sindicales al margen de pertenecer o no a un gremio con personería. El sindicalismo de base se encontró así un regalo inesperado.

2) La mayor parte de los nuevos dirigentes antisistema están protegidos o directamente financiados por organizaciones que se nutren del presupuesto del Estado. Es el caso de las Madres de Plaza de Mayo, que reciben 40 millones anuales del Gobierno Nacional y otros 35 de Mauricio Macri, que de este modo compra protección. Los plenarios combativos se realizan en lugares como el Hotel Bauen, cuartel también de Luis D’Elía, Edgardo de Petri y numerosos grupos que administran planes sociales y cobran como funcionarios.

3) Pero la nueva izquierda cuenta sobre todo con el apoyo del eje Venezuela-Irán. La fracción de Quebracho que el año pasado irrumpió en el acto de celebración del aniversario del Estado de Israel manipulaba a su antojo 800 planes sociales entregados por Emilio Persico.

4) El gobierno deterioró sistemáticamente la vigencia del orden público y el respeto a la ley enarbolando la célebre consigna de “no criminalizar la protesta social”.

Ahora Kirchner percibe que su propio engendro se le vuelve en contra. En líneas generales, los jueces y fiscales son remisos a ordenar el desalojo por la fuerza de calles, autopistas y rutas, porque saben que les puede costar pedidos de juicio político y presiones de distinto tipo. Ni que hablar de los mandos de las fuerzas de seguridad, absolutamente convencidos de que serán los chivos expiatorios de cualquier hecho de violencia que pueda generarse.

Así es que el kirchnerismo se enfrenta a una realidad para la que no está preparado. El desalojo con violencia de la planta de Kraft sería algo así como el punto final de la no criminalización de la protesta social. Al nuevo sindicalismo de base ya no le interesa el acuerdo con el kirchnerismo, porque perciben que el aislamiento de los habitantes de Olivos los acerca irremediablemente al precipicio.

A partir de ahora, el dilema oficial parece ser el siguiente: recuperar autoridad con el costo de tener que lidiar con una izquierda cada vez más rebelde, o cruzarse de brazos y permitir docenas de tomas de fábrica, cortes y piquetes, hasta que la situación se desborde.

Paradojas de la política, el desafío de la nueva izquierda lo sorprende a Kirchner en pleno armado de su nueva coalición de centroizquierda con Hermes Binner y Pino Solanas. El giro de la Casa Rosada a la izquierda fue la respuesta a la “traición” del aparato justicialista bonaerense, que provocó la derrota oficial del 28j. Ante la aparición de la izquierda fuera de control, es probable que Kirchner haga una nueva pirueta y vuelva a sonreírles a los barones peronistas del conurbano, verdaderos expertos en el arte de controlar o dinamizar los conflictos sociales

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