Tarjeta SUBE: ¿Otra estafa?
Otro de los anuncios hechos por la presidente con bombos y platillos, antes de las elecciones legislativas del 28 de junio, fue la implementación de la tarjeta SUBE, Sistema Único de Boleto Electrónico.
Autor: Enrique Piragini
Como no podía ser de otra manera, hasta el día de hoy no solamente no se repartieron ni el 10% de los plásticos, sino que no llegan a una decena los medios de transporte público que admiten su uso.
Para aquellos inadvertidos que piensan que no hubo tiempo suficiente para la distribución y puesta en práctica de tal sustituto de la moneda, van aquí algunas pequeñas conjeturas que deseo compartir con mis conciudadanos.
1) Los negociados relacionados con la confección y suministro de monedas de curso legal en la Argentina, que en el imaginario colectivo serían producto de la Casa de Moneda de la Nación, son de antigua data. Muchos se vinculan con el acuño en territorio chileno, nación que alguna vez resultó hostil a nuestro país cuando el conflicto bélico del Atlántico Sur (recordemos que prestó colaboración a las fuerzas inglesas, dada su conexión con EEUU a través del ALCA) y la inexplicable negociación que permite que nuestra moneda de curso legal sea "fabricada" en un país extranjero, sin posibilidades reales de control, y con algunos episodios de llamativos, y nunca aclarados, robos de camiones con tan preciada carga, por parte de bien informados "piratas del asfalto", ignorándose en consecuencia cuánto dinero ingresó al circulante en forma subrepticia, incrementando nuestra inflacionaria economía.
2) Desde lo práctico, y vinculado a eventuales reclamos derivados del contrato de transporte entre el usuario y el prestador, se advierte una desventaja: al no expedirse ningún documento probatorio del pago del "boleto", a muchos les resultará dificultoso demostrar los gastos de viáticos, pero lo que es peor, para un eventual juicio por accidente, es que no queda constancia alguna ni de la fecha y horario, línea, número de interno o conductor, todo lo cual seguramente quedará registrado en la "memoria" de la tarjeta pero de difícil, o imposible, acceso para el usuario titular del plástico. Y aquí entran otras complicaciones, pues aunque se entregan las tarjetas a cambio de la exhibición -o dictado, en la mayoría de los casos- del Documento de Identidad del usuario, no hay certeza sobre quién terminará utilizándola, ni qué decir de tarjetas sustraídas o utilizadas por menores de edad. Seguramente la preclara inteligencia de quienes gestaron esta idea no tuvo en cuenta dichas circunstancias mucho más terrenales.
3) Algunos sostienen que dichas tarjetas, al colectar información sobre los desplazamientos de sus titulares, podrían enmascarar operaciones de inteligencia interior sobre los movimientos ciudadanos, como si estuviésemos todos bajo la atenta mirada de un Gran Hermano, salido de la obra "1984" de George Orwell (autor también de Rebelión en la granja), pero es un costado paranoico que debemos desechar por la consuetudinaria inoperancia de nuestros vigiladores.
4) Pero la cereza, o frutilla, del postre, es la verdadera razón por la cual aún no se termina de implementar universalmente (en lo que sería el universo de nuestro país) en todos los medios de transporte, la cual no es otra -la razón o motivo- que los verdaderos datos que resultarían de su aplicación en líneas de transporte (en particular trenes y colectivos) que dejarían muy mal parados a quienes entregan -y reciben- millonarios subsidios, desde la Secretaría de Transporte de la Nación (hasta hace poco titularidad de Ricardo Jaime, actualmente con la conducción -vaya término- de quien fuera su secundante, Juan Pablo Schiavi), ya que aparecerían como subsidiadas empresas virtuales, con coches virtuales y pasajeros virtuales, es decir, quedarían en blanco inexistentes vehículos, líneas y pasajeros inexistentes o "dibujados", tal como fuera el caso de algunos "sobrevivientes" de la Guerra de Malvinas, que habrían pertenecido a un buque, supuestamente hundido durante el conflicto bélico, cuando en realidad esa embarcación nunca existió ni estuvo registrada en el registro de la propiedad correspondiente, aunque muchos siguen percibiendo pensiones que no les fueron concedidas a muchos otros abnegados y valientes argentinos que sí combatieron en aquella tan heroica como innecesaria guerra, producto de la febril y alienada mente de un beodo encaramado a la primera magistratura.
Por ello es importante prestar mucha atención de qué manera se sigue con la tarjeta SUBE, ya que en realidad bien pudo tratarse de una muy buena idea bien intencionada, pero utilizada con fines espurios de mera propaganda proselitista y oportunista, sin desear verdaderamente su total implementación, más o menos como cuando desde el oficialismo le exigen a la Justicia que actúe! Y si, en todas las causas que involucran a funcionarios de la era K, de verdad empieza a actuar???!!! Cosas veredes...
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