Cuenta regresiva:
La oposición tiene 4 meses o queda fuera de la carrera 2011
Por: VICENTE MASSOT y AGUSTÍN MONTEVERDE
Los principales líderes del arco opositor a Kirchner han entendido que si no son capaces de forjar, en el curso de los próximos 4 meses, un principio de unión para integrar las comisiones correspondientes en las dos cámaras parlamentarias y para resolver el tema de las nuevas elecciones en el Congreso, quedará en evidencia, a partir de marzo, su inanidad política.
No se les escapa que deben vencer, a fuerza de voluntad e inteligencia, el efecto centrífugo que hasta ahora ha primado entre ellos como producto de sus distintas observancias ideológicas y diferencias históricas.
Si se analiza el tema con un mínimo de objetividad pronto se caerá en la cuenta de que las relaciones entre Margarita Stolbizer y Elisa Carrió, Felipe Solá y Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Eduardo Duhalde y, por fin, entre Julio Cobos y Ricardo Alfonsín no pasan por su mejor momento. No sólo piensan en muchos casos de manera disímil, sino que arrastran, al mismo tiempo, disputas personales sin cuento.
Pero si desean disputarle al santacruceño la cancha, deberán dejar de lado las rencillas de campanario y pensar que, enfrente suyo, hay una suerte de predador político serial con una notable capacidad para sacar fuerzas de flaquezas y redoblar la apuesta en cualquier momento y terreno.
Si para muestra vale un botón, ahí están las recientes declaraciones de Agustín Rossi quien, alegando la necesidad de preservar la gobernabilidad, defendió el derecho del oficialismo a no ceder el control de las principales comisiones y retener, además, la presidencia y vicepresidente 1ª de la cámara baja.
La negativa del PRO, la Coalición Cívica-ARI y la UCR de asistir hoy al acto en donde la presidente presentará su proyecto de reforma política, es una señal de que el enemigo común puede unirlos a pesar de todo.
En los próximos 120 días, poco más o menos, veremos cómo levantan vuelo 2 estrategias completamente opuestas, generada una en la Quinta de Olivos —que tendrá la ventaja inapreciable de la unidad del mando— y la otra en los espacios opositores, siempre aquejados por la fragmentación que es natural en fuerzas tan heterogéneas pero bien puede, en una instancia como ésta, jugarles en contra.
Mientras el gobierno, vertebrado en torno a su jefe patagónico, se ha planteado como meta la sanción de dos o tres leyes más en noviembre —Presupuesto, Reforma Política y Entidades Financieras— para luego estirar el receso parlamentario hasta fines del primer trimestre del 2010, cuando la presidente deberá abrir las sesiones ordinarias, la oposición, de su lado, actúa sobre una certeza, sobrevolada por una incertidumbre: sabe que del recambio de diputados y senadores que se substanciará en diciembre saldrá cuantitativamente fortalecida, aunque ignora si será capaz de posicionarse mejor en términos cualitativos.
El kirchnerismo llegará seguramente a marzo sin tropiezos y a partir de entonces se abroquelará en los bastiones de resistencia que ha erigido en estos últimos meses y en su posición privilegiada de dueño del aparato estatal.
El arco opositor tendrá, en cambio, que trabajar sin pausa en la primavera y el verano. Por de pronto no podrá dar nada por descontado. No sólo en razón de la inexistencia de reglas de juego para el gobierno —que actúa a impulsos de su prepotencia, como si las instituciones fueran floreros que se los pone y saca a voluntad— sino también en virtud de las ambiciones encontradas de sus principales referentes.
Después de todo, ponerse de acuerdo respecto de la elección de autoridades e integración de comisiones en las cámaras de diputados y senadores supone un reparto más o menos equitativo del poder en el Congreso. Eso nunca es fácil.
En el mismo orden de cosas, los contactos llevados a cabo durante las dos semanas pasadas tuvieron el propósito de gestar consensos duraderos respecto de las leyes que se han propuesto revisar al momento en que ellos sean mayoría.
Porque, como se comprenderá, de nada valdría establecer unos criterios comunes en torno a autoridades y a comisiones si, paralelamente, faltase la afectio societatis en punto a cuáles habrán de ser los fundamentos de su acción a la hora de reformar o anular, en todo o en parte, las normas que el kirchnerismo ha logrado votar desde junio.
La arquitectura política será, pues, no sólo de formas sino de fondo. En cuanto a los arquitectos, los hay de todos los colores. El arco va de Eduardo Duhalde a Elisa Carrió, de Ramón Puerta a Federico Pinedo, de Francisco de Narváez a Eduardo Amadeo, de Carlos Reutemann a Adrián Pérez, de Miguel Ángel Toma a Julio Cobos, de Margarita Stolbizer a Raúl Baglini y de Mauricio Macri a Gerardo Morales.
El gobierno apuesta a que la dispersión de aquéllos terminará por hacer naufragar sus planes y confía en que a partir del cambio de clima de la economía mundial y de su voluntad de volver a los mercados voluntarios de crédito —lo cual supone cumplir con el Club de París y resolver el tema de los holdouts— el crecimiento de PBI argentino será algo superior al 2 % el próximo año. Sobre esas bases tratará de llevar adelante la más osada de sus aspiraciones: la candidatura presidencial de Néstor Kirchner.
Por su parte, el arco opositor insiste, con diferencias de matiz, según de quien se trate, que los problemas fiscales de la administración kirchnerista —sin la posibilidad de echar mano a otra caja similar en monto a las de las AFJP— serán una valla que pondrá coto a sus planes.
Además, especulan, no sin alguna razón, con un hecho tanto más notable cuanto más notorios son los triunfos que el oficialismo ha acumulado en el Congreso: el fenomenal rechazo al kirchnerismo, transparentado en las encuestas de opinión pública.
Claro que no todo se dirime en el campo que venimos recorriendo. Como consecuencia de los incidentes que protagonizaron en Jujuy ciertos activistas de izquierda durante la visita a esa provincia de Gerardo Morales, cobró notoriedad la figura emblemática de la organización Tupac Amarú, Milagro Sala, militante kirchnerista, aunque ella lo niegue, que maneja arbitrariamente algo así como doscientos millones de pesos —suministrados por el Estado— y acusada de dirigir una suerte de estado paralelo en su provincia.
Más que las relaciones clientelistas gestadas entre el kirchnerismo y una vasta red de organizaciones sociales, y del derroche de dineros públicos, el tema que cobró mayor espectacularidad fue el supuesto arsenal que detentarían estos grupos de choque.
Otra vez las redacciones de los medios fueron inundadas por versiones —que corrieron como reguero de pólvora— según las cuales Tupac Amarú tendría registrados en el RENAR unos 700 permisos de portación de armas y existirían lazos entre algunas redes del narcoterrorismo, ciertos movimientos —piqueteros o no— de carácter insurreccional y el gobierno venezolano.
Si fuese cierto, el cocktail resultaría explosivo, pero hay pocos si acaso algún indicio de que todo lo dicho anteriormente tenga parecido con la realidad.
Que hay vínculos del chavismo con determinadas organizaciones —desde las Madres de Plaza de Mayo a la de Luis D’Elía— no caben dudas. Que las mismas tengan como objetivo armar milicias populares susceptibles de actuar en caso de que el kirchnerismo se halle a punto de sucumbir y necesite controlar discrecionalmente la calle, es un disparate.
Entre otras razones por estas dos, de no poca monta: ni el kirchnerismo está dispuesto a armar a sus seguidores ni éstos, más allá de poseer algunas armas de puño, están dispuestos a dar la vida por un gobierno al que nadie seriamente amenaza. No hay razón para confundir la acción psicológica con la verdad.
Los piqueteros y las Madres de Plaza de Mayo posan de malos y elevan quejastronitonantes contra el capitalismo y los ricos con el propósito inconfesado de seguir formando parte del sistema de prebendas montado desde el Estado. Nada de revolucionario existe en su cometido. Ellos ayudan, tan sólo, a perpetuar el capitalismo de amigos.
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