Un cambio aún inconcluso
Los Kirchner recibieron, el último jueves, un baño de cruda realidad. Por primera vez se puso de manifiesto que el escenario político para el oficialismo no volverá a ser el mismo al que existía antes de las elecciones del 28 junio, cuando los K manifestaban y ejercían un poder casi omnímodo.
La oposición, que logró quórum propio en la Cámara de Diputados por primera vez en más de seis años, ganó una batalla, pero aún está muy lejos de ganar la guerra. Tanto Unión-Pro como la UCR, la Coalición Cívica, los bloques de Pino Solanas y de Martín Sabattella, por el momento sólo son un conjunto de individualidades disgregadas.
Los Kirchner recibieron, el último jueves, un baño de cruda realidad. Por primera vez se puso de manifiesto que el escenario político para el oficialismo no volverá a ser el mismo al que existía antes de las elecciones del 28 junio, cuando los K manifestaban y ejercían un poder casi omnímodo.
La oposición, que logró quórum propio en la Cámara de Diputados por primera vez en más de seis años, ganó una batalla, pero aún está muy lejos de ganar la guerra. Tanto Unión-Pro como la UCR, la Coalición Cívica, los bloques de Pino Solanas y de Martín Sabattella, por el momento sólo son un conjunto de individualidades disgregadas.
Y salvo algunas excepciones, como es el caso de Pino Solanas que plantea la necesidad de recuperar los recursos naturales en mano de amigos del poder o de capitales privados transnacionales, no han presentado hasta el momento ninguna propuesta superadora.
También Eduardo Duhalde busca diferenciarse en sus apariciones públicas en su objetivo de quedarse con la conducción del PJ y desplazar a Kirchner. Se muestra permanentemente con el radical Rodolfo Terragno, con el que impulsan un acuerdo entre distintas fuerzas políticas en torno a educación, inversiones, seguridad y pobreza.
Ante la situación de crisis social y económica que vive el país, no alcanza sólo con ponerle un freno al poder: los referentes opositores también tienen la obligación de elaborar alternativas de cambio que permitan cumplir con el voto popular que se expresó en las últimas elecciones.
Iniciativas como transparentar el irregular INDEC, eliminar los superpoderes y facilitar el acceso a la información pública, que en las próximas semanas impulsarán distintos sectores de la oposición, son necesarias y deben sancionarse. Pero con este tipo de proyectos no se aportarán soluciones para el principal problema que existe en el país: uno de cada cuatro compatriotas es pobre, y la indigencia está causando estragos en importantes centros urbanos del país.
Tampoco se escuchan propuestas desde la oposición -ya sea desde la centroderecha, el centro o la centroizquierda- que apunten a que haya planes de créditos accesibles para pymes e industrias nacionales, como así tampoco de qué forma se podrá combatir la inflación que en 2010 volverá a ser un problema.
Los Kirchner demostraron que no están dispuestos a cambiar. Su modelo económico apunta a un capitalismo de amigos, manteniendo muchas de las bases que se instalaron en la década pasada durante el auge de las políticas neoliberales. Así es como, pese a los seis años ininterrumpidos de crecimiento económico, el propio INDEC reconoce que en el último tiempo ha empeorado la distribución del ingreso: asistimos a un país donde los ricos son más ricos, y los pobres cada vez más pobres.
La clase media, que durante décadas fue el ícono de la movilidad social, es duramente castigada por las políticas gubernamentales que incluyen esquemas impositivos altamente regresivos (ni siquiera hay un impuesto que grave la renta financiera) y tarifazos que apuntan al corazón del poder adquisitivo. Esta situación ni siquiera forma parte de la agenda de prioridades de la oposición.
Ante este panorama, el peor error que podrían cometer aquellos que tienen aspiraciones de llegar al poder en 2011 es especular políticamente y no transparentar cuáles son sus planes de gobierno, en caso de que tengan algún proyecto estratégico. Sabido es, además, que la improvisación extrema pueda resultar letal a la hora conducir los destinos de un país.
Asimismo, las contradicciones internas afectan a casi toda la oposición. Un claro ejemplo es el radicalismo, que volvió a acoger en su seno a los cobistas. Así, cargos de conducción del centenario partido serán ejercidos por quienes responden al vicepresidente de un Gobierno al cual dicen oponerse. Por ello los socios políticos del radicalismo, como Elisa Carrió, ya salieron a alertar que esa situación significa el principio del fin del Acuerdo Cívico y Social, que obtuvo más de 5 millones de votos en las últimas elecciones.
La principal preocupación
Pese a que en los últimos días han menguado las movilizaciones populares exigiendo más seguridad, la problemática desvela al gobierno provincial, que sigue adelante con su reforma del código contravencional para atacar a las denominadas conductas predelictuales, a lo que se sumó una reestructuración del ministerio de Seguridad que seguirá estando a cargo de Carlos Stornelli.
Las medidas apuntan a destinar mayor cantidad de policías a la calle para que actúen tanto en la represión como en prevención del delito, y que conlleva desburocratizar la cartera. Pero el plan también encuentra un escollo en la Justicia: la Suprema Corte le puso un freno a la detención de menores, mientras que las diferencias entre la Procuración y el ministerio de Seguridad resultan cada vez más evidentes.
Los reclamos ciudadanos han llevado a la administración provincial a inclinarse hacia políticas más ligadas a lo que se denomina “mano dura”, con lo cual también entró en confrontación con sectores garantistas que forman parte, o respaldan, al Gobierno nacional.
Hasta el momento, los Kirchner optaron por no expedirse al respecto. Siguen refugiándose en un misterioso silencio, y dejan hacer: muchas organizaciones kirchneristas participaron en las protestas contra la reforma contravencional.
En ese contexto, Kirchner volvió a entrometerse en la política bonaerense cuando la semana pasada bajó línea para que no prosperara la iniciativa que preveía separar las elecciones nacionales de los comicios para cargos provinciales. El apriete surtió efecto dado que el proyecto se sancionó tal como era demandado desde la Quinta de Olivos.
El gran interrogante pasa por saber cuánto tiempo se sostendrá esta forma de hacer política, cuando las filas que responden al ex presidente hace tiempo que se convirtieron en minoría.
Autor: Juan Gossengossen
Fuente: Diario Hoy (La Plata)
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