3/10/10

POLÍTICA - EL LABERINTO DE LA OPOSICIÓN

Encuesta sobre candidatos presidenciales

En un país donde se insulta con los peores epítetos a la Corte Suprema, en una movilización organizada por el Gobierno, la oposición -en sus distintas expresiones- adquiere una importancia particular y sobrelleva una carga desproporcionada.

Esa condición surge de un infortunio: los representantes del Poder Ejecutivo han renunciado a respetar y custodiar las formas institucionales básicas. En cualquier democracia que se precie, la competencia política y electoral ocurre en un marco de normas y conductas compartidas por gobernantes y por opositores. Cuando el oficialismo renuncia a su parte, la oposición tiene que constituirse no sólo en alternativa de gobierno, lo que es normal, sino también en garante de las reglas de convivencia política y funcionamiento institucional.

En ese contexto estresante es donde debe ubicarse el balance de la oposición, a poco más de un año de las elecciones presidenciales. Eso no absuelve, sin embargo, al arco opositor por las notables inconsistencias y los errores exhibidos con posterioridad al éxito electoral de junio del año pasado. El resultado de la encuesta de Poliarquía refleja precisamente el efecto en la sociedad de ese pobre desempeño.

Acaso dos datos sinteticen el modo en que la opinión pública juzga hoy a la oposición. El primero es que la evaluación general oscila entre regular y negativa. El segundo es que si bien se destacan algunas figuras no se disciernen liderazgos nítidos y convincentes. Para defenderlos o denostarlos, los argentinos tienen en la mira a los Kirchner antes que a la oposición.

A esto debe sumarse el tipo de expectativa que la sociedad, independientemente de cómo vote, deposita en una eventual gestión opositora: combatir la inseguridad y garantizar el crecimiento económico. Asignaturas muy difíciles para un conglomerado de fuerzas que a menudo no logra quórum propio para hacer funcionar la Cámara de Diputados.

Lo dicho alude a la oposición como un conjunto de fuerzas, sin acepción de individuos. Al analizar a sus representantes, pueden distinguirse actores protagónicos y secundarios, y es factible agruparlos según los atributos que se les asignan.

De acuerdo con la encuesta de Poliarquía, cuatro dirigentes de la oposición se destacan. En primer término, Ricardo Alfonsín y Mauricio Macri. Y luego, Julio Cobos y Eduardo Duhalde. El resto carece hoy de relevancia para la opinión pública. Sin dudas, el caso de Reutemann es el más significativo.

Alfonsín y Macri tienen perfiles distintos, pero comparten una característica: están entre los mejor evaluados y se les reconocen atributos cruciales. El líder radical cosecha los vinculados a la honestidad y el respecto institucional. El jefe de gobierno porteño, en cambio, se destaca en las virtudes ligadas a la innovación y la eficacia. Y se lleva un premio que tal vez justifique el enredo que significó crear la Policía Metropolitana: un sector de la población cree que está en mejores condiciones que otros dirigentes para desarrollar una política eficaz contra el delito.

La posición de Cobos y Duhalde es destacada, aunque en un escalón inferior al de Alfonsín y Macri. Sus resultados son dispares: el vicepresidente posee buena imagen, pero no prevalece en ningún atributo y carga con la sospecha de deslealtad; el ex presidente tiene una floja evaluación, pero se le reconocen virtudes relacionadas con la experiencia y la capacidad de gobernar.

La tercera encuesta de la serie de Poliarquía entrega esta discreta foto de la oposición. En las anteriores, se describieron el estado de ánimo y las expectativas sociales, y se trazó un balance de fortalezas y debilidades del Gobierno.

¿Puede distinguirse un hilo conductor en este recorrido? Tal vez sí, pero antes en el tono de las respuestas que en el contenido. El denominador común parece ser la ambivalencia y el distanciamiento. Mejoró el humor, aunque no predomina el optimismo; se le reconocen logros al Gobierno, pero no convence, y se rescata la capacidad de algunos dirigentes opositores, sin distinguirse liderazgos fuertes.

Autor: Eduardo Fidanza

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