Kirchner logró dispersar al PJ disidente
Pero se enfrenta al riesgo de una conmoción social.
Pero se enfrenta al riesgo de una conmoción social.
En apenas una semana y con precisión matemática, Néstor Kirchner desmanteló la posibilidad de un nuevo “Potrero de Funes”, es decir, la unidad de todo el peronismo disidente para enfrentar al Gobierno. Tal vez recordando a Maquiavelo cuando decía: “Donde hay grandes castigos tiene que haber grandes premios”, el ex presidente acordó una tregua con su vencedor del 28-J, Francisco de Narváez; neutralizó mediante otra negociación secreta a los hermanos Rodríguez Saá, reforzó su pacto de no agresión con Mauricio Macri y, por último, a través del “operativo Latorre”, le hizo llegar un mensaje encriptado a Carlos Reutemann: el que quiera encabezar al peronismo contra la casa reinante de Olivos deberá estar dispuesto a pagar un alto costo.
El resultado de semejante despliegue es que el cerebro de la conjura peronista, Eduardo Duhalde, quedó a la defensiva y los gobernadores aminoraron sus críticas a la Casa Rosada, al observar que el Congreso sigue bajo control remoto y que la oposición se fragmenta como los fuegos artificiales. La ruptura formal entre el eje Cobos-Stolbizer y Elisa Carrió completa este cuadro en el cual el kirchnerismo, reducido a su mínima expresión, vuelve a ser la primera fuerza política del país, simplemente porque sus competidores ingresaron en un proceso de centrifugado.
Lo previsible es que, desde ahora y hasta el 10 de diciembre, la dirigencia opositora se entretenga en una especie de interna abierta para que ver quiénes subsisten al desgaste de no representar los intereses del malhumor social. Con sus recientes victorias tácticas, sumadas a la estatización del Fútbol y al intento de Amado Boudou de aproximarse al F.M.I., Kirchner va logrando la gobernabilidad que quería.
El principal rival del Gobierno -en este momento- no son los desconcertados dirigentes opositores sino la crisis social que avanza a una velocidad impensada. El sistema asistencial está siendo desbordado por la multiplicación de nuevos pobres e indigentes. Mientras tanto, la mayor parte de las provincias están en rojo y pensando en emitir cuasimonedas ante la perspectiva de conflictos gremiales múltiples y la paralización de la administración pública.
El gobierno funciona obsesionado con dos ideas: neutralizar a la oposición y generar nuevas cajas como la televisación del fútbol. Pero va perdiendo los hilos del control social y las estadísticas desastrosas del 2001 ya no son siquiera un techo. Hugo Moyano es hoy más indispensable que nunca para Kirchner, porque conserva la capacidad de evitar que el grueso del aparato sindical se sume al descontento social en aumento.
Pero la conducta futura de Moyano ante una crisis social que se desborde es también una incógnita. Hay antecedentes a tener en cuenta. Al día siguiente de la derrota de Kirchner, el camionero salió a despegarse públicamente del gobierno y a este le costó caro volverlo al redil. Hebe de Bonafini acaba de anunciar la traición de Moyano. Algo poco creíble. Por ahora.
Las nuevas claves
“Nuestra fórmula para el 2011 puede ser Kirchner-Binner”, afirmó sin anestesia Luis D'Elía la semana pasada en una reunión que se realizó en Rosario. La señal apuntaría a un tema que se discute en la intimidad de Olivos: si el aparato peronista ya no es confiable, lo mejor sería entonces dinamitarlo y armar un bloque de centro izquierda con los restos que sean útiles.
Si ésta es la estrategia final del oficialismo, el duhaldismo y sus aliados se verán obligados a entenderse cada vez más con Julio Cobos con vistas a un frente que sí pueda derrotar al frente de centro izquierda kirchnerista. A todo esto, la Mesa de Enlace, la expresión opositora con mayor gravitación social, está desconcertada ante la fragmentación política y el deslucido rol de la oposición en legislativa.
Si el campo deja de buscar salida por los pasillos del Congreso y vuelve a la protesta, podría converger entonces con los conflictos en las provincias y el malestar de los bolsones de pobreza. De ser así, el escenario volvería a cambiar rápidamente.
Autor/Fuente : Carlos Tórtora
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