Una de las definiciones de la palabra “dilema”, alude a una situación en la que alguien tiene forzosamente que elegir entre dos soluciones, ambas malas.
Eso es exactamente lo que enfrenta en este momento la oposición en la Argentina, un verdadero dilema. Si continua haciendo el juego al que convoca el gobierno, con los diálogos y las reuniones que sólo sirven para que pase el tiempo y se diluya el efecto contundente de las elecciones, nuestro país seguirá indefectiblemente por la cuesta abajo que agrava la crisis y conduce a un desastre anunciado. Si deja solo al gobierno y le marca su incapacidad para seguir conduciendo al Estado, será señalada como responsable de una caída anticipada, transformará a los culpables en víctimas y deberá enfrentar las consecuencias de las duras medidas que es necesario adoptar para salir de la grave situación a la que los errores gubernamentales nos han llevado.
Este dilema afecta tanto a los partidos que ganaron las elecciones pero que aún no pueden asumir sus bancas como a los ruralistas de los que el gobierno se sigue burlando a pesar de los males que eso acarrea a la producción agropecuaria, a la economía y a la nación en su conjunto. Cuando los líderes de la mesa de enlace pretenden jugar fuerte, el coro de “los prudentes” los señala junto con el gobierno de agresivos y destituyentes. Entonces todos quedan inmersos en la danza de la hipocresía, de las medias palabras y de las eternas postergaciones de las decisiones de fondo, esperando que la realidad derrumbe las especulaciones y haya que asumir lo inevitable luego de que suceda.
Es una paradoja que si se realizan las acciones duras y eficaces necesarias para que una desgracia o una crisis no estalle, la desgracia no sucederá, la crisis no se producirá y nunca se podrá comprobar qué hubiera pasado si tales acciones no se hubieran llevado a cabo, pero los costos mensurables de esas acciones caerán sobre las espaldas de quienes las efectuaron.
Esa “paradoja de la prevención” tiende a paralizar las acciones anticipatorias y preventivas. Pocos recuerdan el temor que existía en la década del setenta de que las bandas montoneras alcanzaran el poder por la fuerza pero hoy se habla de un puñado de jóvenes idealistas que fueron injustamente perseguidos por defender sus convicciones. Distinto hubiera sido el caso si ese movimiento revolucionario de izquierda hubiera alcanzado sus objetivos pero entonces quizás nunca hubieran sido derrotados. El temor a las consecuencias de actuar preventivamente es paralizante y eso lleva a esperar que los acontecimientos se precipiten aunque entonces el daño termine siendo varias veces mayor.
Pero al menos en este momento ya se ha hecho evidente que el gobierno de Cristina Fernández no está dispuesto a hacer ningún cambio serio y que cada sector deberá asumir su responsabilidad en su esfera de acción si desea que tales cambios tengan lugar. Nadie impone a algún ciudadano que se convierta en líder político o que conduzca una asociación agropecuaria, gremial o de cualquier otra naturaleza. Quien lo hace, actúa por vocación o convicción y debe asumir su responsabilidad cuando la ciudadanía o sus pares lo eligen para aquello a lo que se postuló. Así que es hora de que la agenda del Congreso aborde las cuestiones que fueron propuestas en las campañas y que vayan verdaderamente a fondo, sin asustarse por las críticas y sin permitir que los culpables de los problemas que afectan a nuestro país, en materia económica, de seguridad, de justicia, de producción, de estadísticas o de corrupción, se victimicen y eludan sus responsabilidades. Como ejemplo decimos que si el monto de las retenciones es insoportable para el sector y están hundiendo la capacidad productiva, no es la oposición quien debe decir de dónde salen los fondos para cubrir lo que se deje de percibir por ese impuesto, simplemente porque ese dinero ya no está disponible. Quien debe decidir en qué se deja de gastar o para decirlo en términos claros, quien debe asumir los costos del ajuste, es el gobierno que exprimió el recurso hasta agotarlo y que tiene la obligación de solucionar el problema.
Los que aceptaron ir al diálogo acertaron porque le dieron la oportunidad al gobierno de cambiar y le quitaron los argumentos y las excusas por no hacerlo. Los que ahora se asustan de la dureza de los discursos de los ruralistas se equivocan porque hay un tiempo para cada cosa. Pasó el tiempo de esperar y llegó el tiempo de actuar. Desde el Congreso, desde la Justicia, desde las instituciones y organizaciones de la república. Nuestra Argentina no puede esperar más. Las bandas de traficantes no esperan, invaden cada día un espacio mayor. La inseguridad no espera, cobra cada día nuevas víctimas. Las cuentas del gas no esperan, vencen inexorablemente en la fecha marcada. Los productores con deudas no esperan, o pagan o pierden su tierra. Los asalariados no pueden esperar hasta que el INDEC diga la verdad, porque sus sueldos quedan desvalorizados y no llegan a fin de mes sin actualización. Ya no queda tiempo para juegos dialécticos y especulaciones políticas. Es tiempo de cambios y de ayudar a que la Argentina se levante, a pesar del mal gobierno que tiene.
Juan Carlos Neves, Presidente de Nueva Unión Ciudadana
Juan Carlos Neves, Presidente de Nueva Unión Ciudadana
No hay comentarios:
Publicar un comentario