LAS DEMANDAS DE LOS PESCADORES ARTESANALES
La banquina chica sigue de paro a la espera de respuestas a sus demandas. Movilización náutica por la costa para apurar los trámites y demostrar que ya no hay más paciencia.
“Seamos realistas, pidamos lo imposible”, decía una pintada estudiantil los días agitados del Mayo Francés.
La Mar del Plata que ayer celebró sus 136 años de ciudad organizada está bien lejos de París. Pero en el puerto las demandas de los pescadores artesanales se acercan al pensamiento de los estudiantes franceses.
Todas las lanchas amarillas amarradas ayer en la banquina chica del puerto local reflejaban una falsa imagen festiva. Debe ser lo pintoresco de la postal que allana el camino hacia la plenitud de la vista. El sol brillante en un cielo despejado, contribuía a la confusión. Es que en el sector de las embarcaciones de rada o ría no hay nada que celebrar y lo pusieron en claro los nylons negros que los pescadores colgaron de las embarcaciones que estaban amarradas en primera andana, pegadas al muelle.
Lo que hoy viven los pescadores artesanales, que no tienen forma de acceder al recurso para el cual tienen permiso, no es nuevo. Ya en 1998 llegó a las autoridades, Salamanco y Sergio Lorusso, en la provincia de Buenos Aires, la primera propuesta para reconvertir la flota y recuperar competitividad. Lo que ahora se respira en el muelle es hartazgo, como que en la bodega durante todos estos años se guardó la paciencia, ahora está vacía, como llega la mayoría de los días en que salen a pescar. En el 2006 la flota desembarcó en este puerto 21 mil toneladas. El año pasado, apenas llegaron a las 17 mil. Los viejos patrones de familias de pescadores sostienen que casi es lo mismo estar de paro que salir a pescar, y lanzan sus rosarios de quejas, como redes al agua.Nadie apuesta a que el Gobernador de la Provincia sea capaz de brindar la respuesta que necesitan. Si alguien tiene dudas, vale leer la editorial para disiparlas por completo.
“Dónde está mi anchoíta, dónde está mi merluza, dónde está mi langostino, dónde está mi magrú”, dice Jorge Vicidomini, armador de la Antártica, casi a los gritos. Las cámaras de la tele están prendidas y se regodean del lamento de los pescadores. A dos metros, dos lobos marinos machos, de un solo pelo, se pelean a grito pelado. Parece que se comerán los ojos. Enseguida los ánimos se calman porque se cansan de tanto esfuerzo. En la banquina hay una pelea que parece haber terminado y los vencedores están en otros muelles. “Ahora resulta que los ilegales, los que han truchado permisos de pesca, son transparentes como el agua, y nosotros, los inventores de la pesca en Argentina, los legales, los que tenemos permiso para todas las especies, vivimos una situación desesperante”, señala Luciano Casciutto, presidente de la Asociación de buques de Rada Ría. Los pescadores piden que se les brinde la misma oportunidad que recibieron otros armadores “para competir con tecnología en un pie de igualdad razonable frente a las diversas desventajas operativas y/o externalidades que perjudican nuestra economía, discrimina nuestro accionar y cercena nuestros derecho a crecer como lo hicieron otros para seguir trabajando en el negocio de la pesca”, explica Ignoto.
El problema es que quienes tienen que dar el visto bueno para permitirles ampliar los barcos, o construir otros, y acceder a las casi mil toneladas que piden por embarcación, son los mismos funcionarios que legalizaron por 15 años la trampa de años anteriores. Para colmo de males, la Comunidad Económica los incluye dentro de las obligaciones de las resoluciones sanitarias recientemente en vigencia en la pesca nacional. Para los europeos lo que hacen las lanchas no es considerado pesca artesanal y tiene las obligaciones que el resto. “Nos quitaron todo y encima nos controlan”, se queja Vicidomini, que a los 44 años, no sabe hacer otra cosa que vivir arriba de la lancha.
“Sólo pedimos que nos devuelvan lo que nos sacaron, no más que eso, como para que podamos seguir viviendo de lo que sabemos hacer; la pesca nos ha dado todo lo que tenemos, pero también nos ha sacado mucho; hemos perdido a muchos compañeros”, contaba otro pescador, cuando el plano de la tele dejó de centrarse en el Presidente de la Sociedad de Patrones. Los pescadores saben de pesca, pero también de impacto visual. Y así como es una imagen fuerte ver a la banquina chica repleta de lanchas con banderas de luto, mirar el despliegue frente al Torreón del Monje como en una procesión náutica, lo es mucho más. Estimo que en despachos oficiales, esas imágenes por TV en la pantalla de algún canal capitalino, debe valer mucho más que cualquier pedido de audiencia. Esto no implica una respuesta a cada necesidad. Eso no ha cambiado un ápice.La bandera de luto en la banquina chica se izó porque lo que se terminó es la paciencia. Habrá que ver qué respuesta oficial nace para cambiar esta realidad
Autor: Roberto Garrone - Revista Puertos
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