TERMINÓ LA RELACIÓN DUHALDE - RODRIGEZ Saá ?
Como estaba previsto, casi una derivación de la ley de Murphy –“si algo puede salir mal, saldrá mal” (en el peor momento posible)–, terminó enfangado el idilio político entre Alberto Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde.
Quizás por desconocer la teoría del ingeniero norteamericano sobre la prevención de infortunios, en general se desprecia la sabiduría de su criterio. Culpa de los ignorantes, de los seguidores que la corrompieron y difundieron con el humor y, además, que a nadie le apetece incurrir en tanto pesimismo (aún a los argentinos). Pero la regla se cumple y la combinación de los dos políticos era un plazo fijo, una condena establecida, antes de nacer.
No hay pareja posible si sus integrantes se desconfian, se utilizan, se sirven y en sus memorias guardan odios irreparables. No hay dinero ni peronismo que contenga tanto resentimiento acumulado.
Se conculcó una breve experiencia electoral, internas por regiones, que seducía por su carácter integrador y federalista; tambien un mecanismo de marketing para aparecer en los medios sin pagar avisos: por obligación, durante ocho lunes, como si fuera el fútbol, las figuras participantes saludaban, opinaban, ganaran o no.
¿Fin para las historias políticas de ambos?
Uno, con territorio propio, habrá de pensarlo, más cuando no se hará reelegir en San Luis y tampoco, en apariencia, su hermano lo sucederá como gobernador; el otro, prestamente, ya se lanzó al viejo propósito de consolidar una fórmula bipartidista a partir de un pacto previo. Como el acuerdo ya lo redactó Rodolfo Terragno, solo falta llenar los casilleros del binomio: Duhalde, claro, se imagina presidiendo, y ruega para que Ernesto Sanz lo acompañe. Noticia que de confirmarse le revolverá el estómago a Ricardo Alfonsín, algo confundido en la digestión: dijo que tragaba a De Narváez pero no a Macri (“es mi límite”), sin que nadie supiera la diferencia entre uno y otro. Aunque él debe ser un gourmet.
Autor: Roberto Garcia
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