11/10/11

CON LA FÉ SE GANAN BATALLAS

7 de OCTUBRE - LA BATALLA DE LEPANTO
"Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo" (San Pío X).

Hacia 1571 Europa era amenazada por los musulmanes turcos. Éstos habían conquistado el norte de África, el medio oriente y dominaban el Mediterráneo. España y Portugal se habían librado después 8 siglos de lucha. Los turcos se preparaban para invadir Europa, lo cual habría significado el fin del Cristianismo.
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La situación era desesperada. El Papa San Pío V trató de unificar a los cristianos para la defensa militar del continente, pero contó con muy poco apoyo. Finalmente, logró reunir un ejército de 20.000 soldados y una flota de 101 galeones y otros barcos más pequeños. Los turcos, por su parte, poseían la flota más poderosa del mundo, con 300 galeras en las cuales había miles de esclavos cristianos como remeros.

Los cristianos estaban en gran desventaja siendo más pequeña su flota, pero poseían un arma invencible: el Santo Rosario. En la bandera de la nave capitana de la escuadra cristiana ondeaban la Santa Cruz y el Santo Rosario.

Consciente del poder del Rosario, San Pío V pidió a toda la Cristiandad que lo rezara y ayunara, suplicándole a la Santísima Virgen su auxilio ante aquel peligro. El Papa ordenó, además, que antes entrar en combate con la armada enemiga, se sacara a cualquier soldado cuyo comportamiento pudiese ofender a Dios.

Poco antes del amanecer del 7 de octubre la flota cristiana encontró a la flota turca anclada en el puerto de Lepanto, Grecia. La flota católica se ordenó en forma de cruz. La flota turca, en forma de media luna.

En tanto, los cristianos en todo el mundo dirigían su plegaria a la Santísima Virgen, Rosario en mano, para que ayudara a los cristianos en aquella batalla decisiva.

En nuestra flota se dio la señal de batalla izando la bandera enviada por el Papa, con la imagen de Cristo crucificado y de la S. Virgen. Los generales cristianos animaron a sus soldados y ordenaron rezar. Los soldados cayeron de rodillas ante el crucifijo y continuaron en fervorosa oración hasta que las flotas se aproximaron.

Los turcos se lanzaron sobre los cristianos con gran rapidez, pues un fuerte viento les era favorable. Pero sucedió que éste se calmó justo al comenzar la batalla, y pronto cambió de dirección, favoreciendo a los católicos. La batalla fue terrible y sangrienta. Duró desde alrededor de las 6 de la mañana hasta que oscureció.

El Papa Pío V, desde el Vaticano, no cesó de rogar a Dios. Durante la batalla se hizo una procesión del Rosario para pedir la victoria. Estaba conversando con algunos cardenales cuando repentinamente los dejó, se quedó algún tiempo con sus ojos fijos en el cielo, y dijo: "No es hora de hablar más sino de dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a las armas cristianas". El Cielo le había revelado la victoria, confirmada por los mensajeros que llegaron varios días después.

El carácter milagroso del triunfo de Lepanto se corrobora por los testimonios de los prisioneros capturados en la batalla: ellos testificaron que habían visto a N.S. Jesucristo, San Pedro, San Pablo y a una gran multitud de ángeles, espada en mano, luchando contra los turcos y cegándolos con humo.

En la batalla de Lepanto murieron unos 30.000 turcos y 5.000 fueron tomados prisioneros. Unos 15.000 esclavos cristianos fueron encontrados encadenados en las galeras y fueron liberados. Los musulmanes perdieron más de 200 naves. La flota cristiana sufrió 7.600 bajas y la pérdida de 12 galeras.

Dios, que en su justicia había permitido que parte de las naciones cristianas cayeran bajo la opresión turca, impuso aquel día un límite al Islam y no permitió que el Cristianismo desapareciera.

Los católicos logramos ese 7 de octubre una milagrosa victoria que cambió el curso de la historia. Con este triunfo se fortaleció grandemente la devoción al Santo Rosario. En 1569, (dos años antes de la batalla) el mismo San Pío V había fijado la forma tradicional del Rosario.

En agradecimiento a Dios por la victoria, el Papa Pio V instituyó la fiesta de N.S. de las Victorias, el primer domingo de octubre. A las letanías de Nuestra Señora añadió la invocación "Auxilio de los cristianos". El Papa Pío V murió el primero de mayo de 1572 y fue canonizado en 1712. En 1573, el Papa Gregorio XIII cambió el nombre a la fiesta, por el de Nuestra Señora del Rosario. San Pío X la fijó para el 7 de Octubre y afirmó lo siguiente: "Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo".

Lo acontecido en Lepanto por intercesión de la Virgen y el rezo del Rosario se repitió en otros enfrentamientos con los turcos, como la batalla de Viena, el 12 de septiembre de 1683. En agradecimiento a N. Señora por esta victoria, se estableció la fiesta del Dulce Nombre de María. La victoria en la batalla de Temesvar, en Rumania, el 5 de agosto de 1716, también se debe a la intercesión de la S. Virgen María, etc.

Hoy los católicos estamos en situación similar a la de la época de Lepanto. El enemigo parece muy superior en sus fuerzas y la inmensa mayoría de los católicos están siendo vencidos por el demonio, el mundo, la carne; y sufren las terribles consecuencias del cáncer modernista triunfante por un tiempo en la Iglesia desde el fatídico Vaticano II.

Pero así y todo, la victoria es posible, porque “nada es imposible para Dios” (Lc 1, 37). Tenemos las armas más poderosas: nuestra fe, el santo sacrificio de la Misa, el Santo Rosario.

"Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo".

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