2/2/09

PANORAMA POLITICO

LA VERDADERA EMERGENCIA

Autor: Pepe Eliaschev


Aun cuando las responsabilidades nunca son de una sola parte, la sequía que ha venido martirizando a la producción agropecuaria es una calamidad natural que carece de autor político, pero también es cierto que había numerosos indicios climatológicos y meteorológicos que permitían prever el grave problema. Sin embargo, el gobierno más antirural que ha tenido la Argentina en muchas décadas nada hizo para organizar un escenario que permitiera que las penurias actuales fuesen menos agudas.
Ahora los resultados están a la vista y configuran un panorama agropecuario realmente muy sombrío. En la provincia de Buenos Aires se ha perdido del 35 al 40 por ciento del potencial productivo del maíz. El mal tiempo impidió la siembra de soja y los rindes son una lágrima. En trigo se pasó de 30 quintales por hectárea a unos mil kilos por debajo de los logros tradicionales.
El panorama es más o menos parecido en la antiguamente llamada pampa "húmeda". El maíz santafesino perdió el 70 por ciento de la superficie cultivada y el entrerriano llegaría a un bajón del 90 por ciento. Esta provincia vive una de las peores sequías de su historia. El trigo santafesino araña apenas unos patéticos 18 quintales de rinde por hectárea.

IDEOLOGIA

Para entender cómo encaran estos temas quienes gobiernan, conviene detenerse en el verdadero corazón ideológico del kirchnerismo, para recomponer el cuadro que allí se hace de la situación y las explicaciones que ofrecen desde su particular y tormentoso mapa ideológico.
Quien expresa con mayor furia y frontalidad esas convicciones es un hombre que, desde el montonerismo de los años 70, le renunció como diputado a Juan Perón y hoy, 35 años después, parece patentizar el ADN doctrinario del gobierno de Kirchner, Carlos Kunkel.
La semana pasada lo dijo sin pelos en la lengua: "el problema del modelo de sociedad argentina no es con este gobierno, es parecido al de toda nuestra historia. Es un problema que viene desde las primeras invasiones inglesas, hace más de 200 años: si Argentina va a ser un productor de insumos para que los reelaboren y le agreguen valor agregado fuera de nuestras fronteras, entonces todo lo que exportamos es producto del trabajo de los argentinos, pero fundamentalmente de las condiciones climáticas y de la riqueza natural de nuestro suelo".
Primera lectura: la excelencia agropecuaria argentina se relacionaría sólo con el clima y con la tierra, los productores serían meros afortunados que facturan, cobran y se enriquecen, sin aportar ni cambiar nada.

TRANSFORMACION

No puede ignorar el Gobierno, pero su jurásico dogmatismo ideológico así lo determina, que el uso de fertilizantes pasó entre 1989 y 1999 de 407.484 a 1.718.400 toneladas, y que en 2006 los productores rurales consumieron para sus labores 3.337.000 toneladas.
En buen romance: el uso de fertilizantes agroquímicos creció de 1989 a 2006 en un 719 por ciento. La superficie sembrada en el país creció de 20 a 29 millones de hectáreas entre las campaña 1990/1991 y la de 2004/2005, siendo en éste último caso un 67 el porcentaje de cultivo hecho en siembra directa.
Según el pétreo esquema oficial de odio, desprecio e ignorancia del trabajo rural, nada de esto cuenta. Como una regurgitación criolla del viejo stalinismo ruso de los años 20 y 30, el núcleo oficial argentino piensa a la producción rural como un feudo dominado por temibles, avaros y codiciosos plutócratas que, sin invertir nada ni esforzarse en lo más mínimo, se han venido aprovechando de la pródiga bonanza del suelo y del clima.
Pero muchos, fuera de una intoxicante y perniciosa capital federal que convierte a gente nacida en el interior en más unitarios que los centralistas más rabiosos del siglo XIX, ya van viendo que estaban bastante despistados en su seguidismo ciego de las políticas anti-rurales que encarnan talibanes como Kunkel.
Ya lo dijo Daniel Scioli: "esta vez el campo tenía razón". Le hizo eco el entrerriano Sergio Urribarri: "con el campo no tenemos barreras ideológicas". El siempre zigzagueante Juan Schiaretti se hizo notar desde Córdoba: "hay que avanzar en una reducción de las retenciones".
Aunque parezca mentira, cuando Kunkel habla de las invasiones inglesas de 1806/1807 como base de lo que hoy sucede, encarna con franqueza un núcleo ideológico duro e irreductible del pensamiento kirchnerista, una explícita nostalgia por Juan Manuel de Rosas. Para Kunkel al desarrollo industrial "lo perdimos en (la batalla de) Caseros".
A estas alturas, Kunkel no anda con maquillaje: "me dicen peronista y montonero, y no digo nada. Cada cual que se haga cargo de lo que es, porque si no, parece que venimos todos de un edén, en donde no tenemos ni historia, ni ideología, ni opinión".

CASEROS 2009

La alusión a Rosas es verdaderamente pertinente, sobre todo a escasas horas de un nuevo aniversario, este 3 de febrero, de esa batalla de Caseros de hace 157 años entre el Ejército de la Confederación dirigido por Rosas y el Ejército Grande, conducido por Urquiza, de la que participaron 47.000 combatientes.
Derrotado, Rosas se refugió en Inglaterra, donde murió varios años después. Después de décadas de un desorden al que puso fin la tiranía rosista, la Argentina se organizó, promulgó la admirable constitución de 1853, creció, abrió sus fronteras a millones de inmigrantes y avanzó sin pausas hasta 1930.
Aun cuando Rosas mandaba en nombre de un singular "federalismo", el poder económico residía en Buenos Aires desde donde el entonces llamado "restaurador de las leyes" bloqueó el dictado de una Constitución nacional porque él y la burguesía agraria que lo respaldaba sabían que eso significaría compartir las recaudaciones aduaneras.
Las mismas razones determinaban la persistencia de un criollismo primitivo y dictatorial, opuesto a elementales criterios representativos y republicanos, porque ello implicaba la división de Poderes y Rosas gobernó siempre reteniendo la suma del poder público.
Parece una pesadilla que en 2009 se ventilen cuestiones y conflictos de hace 160 años, pero la verdad a veces es muy amarga: en el carozo conceptual de la ideología gubernamental campea un rosismo recalcitrante. Cuando fue subsecretario general de la Presidencia, a poco de asumir Néstor Kirchner en 2003, lo primero que hizo Kunkel fue colgar un enorme retrato del Ilustre Restaurador de las Leyes en su oficina y a espaldas de su escritorio, de modo que en los reportajes salieran él y Rosas, juntos.
El Gobierno se ha preocupado por sostener ante los medios que su declaración de emergencia y la prórroga en el pago de impuestos demuestran una excepcional "generosidad fiscal".
¿En qué consiste esa "generosidad"? Si los productores de soja dejan en el fisco el 35 por ciento de lo que facturan en concepto de retenciones, la misma alícuota que, además, hay que pagar además por impuesto a las Ganancias, la postergación de gabelas exhibida por el Gobierno es maquillaje mediocre.
Ganancias, renta presunta y bienes personales, de todos modos, son tributos cuya recaudación sufrirá mucho este año por la contracción derivada de la crisis y el impacto de la sequía sobre la producción, de modo que el fisco no arriesga nada con ese "sacrificio".

MAQUILLAJE

También se vanagloria el Gobierno de haberle suprimido al productor rural el pago de las llamadas "cartas de porte", pero, aún cuando todo ayuda, ese recorte es de una modestia absoluta: se calcula que implica en todo el país una quita de no más de veinte a treinta millones de pesos, irrelevante, pero "mediática" y -además- destinada a castigar a la Federación Agraria Argentina, que históricamente gestionaba ese pago y se quedaba con una modesta comisión.
En este contexto, mientras el Gobierno, a través de Guillermo Moreno continúa a la audaz caza de productores, distribuyendo forraje para ganado y manoteando cuanto recurso tenga para quebrar al movimiento rural, tarea en la cual su capacidad de "adquirir" socios no debería ser subestimada, ya se plantean medidas fuertes, como la que pide Carbap, para febrero, pero sin ser avaladas, por ahora, por una cautelosa Comisión de Enlace, donde se prevé que los Kirchner jugarán muy fuerte contra el agro organizado en los próximos meses.
Vendrán meses muy difíciles y lo de Rosas en Caseros hace 157 años debería dar que pensar. Kirchner no quiere padecer un Caseros y va por más.

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