3/11/10

PELIGROSO - CONTROL ESTATAL DE INTERNET

El control estatal de Internet
El Decreto 1552/10
Autor: Jose Patiño


Los gobiernos de la mayoría de los países han acogido Internet con una actitud esquizofrénica. Por un lado, como ícono de modernidad e instrumento de desarrollo económico. Por otro, con una profunda desconfianza hacia el uso que pueden hacer los ciudadanos de esa potencialidad de libre comunicación horizontal. De ahí los continuos intentos de regulación, legislación e instauración de mecanismos de control, siempre al amparo de la protección necesaria de los niños, los principios democráticos y los consumidores.

(Manuel Castells)

Un día después del fallecimiento de Néstor Kirchner se publicó el decreto 1552/10, con las firmas de la Presidente, del jefe de Gabinete Aníbal Fernández, y del ministro de Planificación Federal Julio de Vido, se creó la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Argentina Conectada.

El Decreto 1552/2010 crea la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Telecomunicaciones "Argentina Conectada". La nueva entidad estatal será presidida por Julio De Vido, y será la encargada de llevar adelante el plan con el cual se busca convertir al Estado en proveedor de Internet, TV digital, Wi Fi gratis y vendedor de servicios para el sector mayorista. Todo con una red propia de fibra óptica de 5.000 kilómetros, y usando la capacidad e infraestructura de la empresa satelital ArSat que debutará en este segmento con la marca Artisat.

El Plan Nacional de Telecomunicaciones "Argentina Conectada" tiene los siguientes objetivos:

1.Inclusión digital
2.Optimización del uso del espectro radioeléctrico
3.Desarrollo del servicio universal
4.Producción nacional y generación de empleo
5.Capacitación e investigación
6.Infraestructura y conectividad
7.Fomento de la competencia.



Tanto estos objetivos como sus fundamentos son loables, pero tengo especial preocupación por el futuro desempeño del Estado (¿o del Gobierno?) una vez convertido en el centro físico y neurálgico de una red que naturalmente es abierta y distribuida. La preocupación está centrada en la necesidad de asegurarse de que no existirá control gubernamental de la actividad en Internet.

Cómo se estructura Internet

Para fundamentar esta preocupación es necesario entender qué es y cómo se estructura Internet. Imaginemos que estamos en un salón lleno de gente de diferentes países, y todos hablan solamente su lenguaje nativo. Para poder comunicarse, se debería crear un estándar de reglas y vocabulario. Es decir, un protocolo.

Esto es lo que hace Internet. Permite a diferentes redes de computadoras comunicarse entre sí utilizando un determinado protocolo. El ”http” que escribimos en el navegador hace referencia a uno de esos protocolos: el protocolo de transferencia de hipertexto (Hiper Text Transfer Protocol).


Entonces, para que las computadoras conectadas a la gran “red de redes” puedan comunicarse entre sí, se necesita el protocolo, pero también una gran infraestructura de enrutadores, NAPs (Network Access Points) y sistemas informáticos. También hay satélites, miles y miles de metros de estructura de cable y fibra óptica, y miles de routers inalámbricos.




Es un sistema realmente global. Los cables atraviesan países, océanos, fronteras y enlazan lugares muy remotos de casi cualquier parte del mundo. Y además, Internet sigue creciendo.


Ahora bien, la pregunta que muchos alguna vez nos hicimos es quién gobierna todo esto. Y la respuesta es nadie, o todos en su medida. Cada parte de este sistema tiene su propio propietario.




La red troncal física que transporta el tráfico de Internet entre diferentes sistema de computadoras se la conoce como el backbone de Internet. Al principio el backbone era la red estadounidense Arpanet, que sirvió como esqueleto del sistema. En la actualidad hay varias empresas que conforman este backbone, proveyendo routers, conectividad y demás elementos que forman esta infraestructura. Estas compañías son los proveedores de Internet, más conocidas como ISPs (Internet Services Providers).




De esta manera se va conformando una gran red de ISPs que se van conectando a los distintos nodos, y en el último tramo están los proveedores que se conocen en la industria como los de la “última milla”, que son los que en definitiva les dan acceso a los usuarios finales. En la Argentina existe también el NAP de CABASE, que es donde convergen todos los ISPs del país.


Cada una de las redes mencionadas (y que forman Internet) tienen sus propios dueños. Cada uno de los ISPs tiene su propia red. Incluso muchas empresas, instituciones y organismos del Estado tienen sus propias redes de área local (LAN) que enlazan con Internet.

Cada una de las redes, si bien son parte de Internet, también son una red por separado, y dentro de esa red pueden tener un control real sobre el acceso y tráfico de la información que por ellas circula. Y ahí está el problema.

La creación de la Red Federal de Fibra Óptica implica la conformación de cuatro infraestructuras fundamentales:

1.El Centro Nacional de Operaciones (NACNOC) y Punto Nacional de Acceso a la Red (NACNAP)
2.Los Centros Provinciales de Operación (PRONOC) y Puntos Provinciales de Acceso a la Red (PRONAP)
3.La Red Troncal Federal
4.Redes y anillos Provinciales (Red Metro)


Esto significa que el Estado tendrá la posibilidad de ejercer un control efectivo sobre la información que circula en esas redes, lo que exige que se contemplen sistemas que resguarden la libertad de los usuarios.

Esto, lejos de ser una especulación paranoica, es uno de los principales temas de debate en ámbitos ligados al estudio de la vida en la llamada Sociedad de la Información.

Es que existen tecnologías que permiten interceptar mensajes y hacer el seguimiento de los mismos a través de la red.

El famoso programa Carnivore del FBI permite analizar mediante palabras clave enormes masas de información de las comunicaciones telefónicas o Internet, buscando y reconstruyendo en su totalidad aquellos mensajes que parezcan sospechosos. Estas tecnologías, conocidas como “tecnologías de vigilancia”, permiten identificar el servidor originario de un determinado mensaje. A partir de ahí, por colaboración o coacción, los ISPs pueden comunicar la dirección electrónica de donde provino cualquier mensaje.




También existen las “tecnologías de investigación”, que trabajan sobre los datos obtenidos y almacenados gracias a la acción de las tecnologías de vigilancia. A partir de esas bases de datos se pueden construir perfiles agregados de usuarios o conjuntos de características personalizadas de un usuario determinado.




El sociólogo Manuel Castells, en su último libro titulado “Comunicación y Poder”, habla del control de los Estados sobre las redes, y lo hace en un capítulo dedicado a “El Estado y la política mediática: propaganda y control”.




Dice Manuel Castells:


El Estado sigue siendo un actor decisivo a la hora de definir las relaciones de poder en las redes de comunicación. Si bien hemos analizado la complejidad de la interacción entre medios y política, no debemos pasar por alto la forma más antigua y directa de política mediática: la propaganda y el control. Es decir, por una parte la invención y difusión de los mensajes que distorsionan la realidad e inducen la desinformación para favorecer los intereses del Gobierno; por otra, la censura de cualquier mensaje que pueda socavar dichos intereses, si hace falta criminalizando la comunicación libre y persiguiendo al mensajero. Las formas y el alcance del control gubernamental sobre las redes de comunicación varían dependiendo del contexto legal y social en el que opera un determinado Estado.

A partir de ahí, Manuel Castells comienza un profundo análisis donde visualiza tres casos paradigmáticos de control gubernamental: Estados Unidos, China y Rusia.


En el caso de Estados Unidos hace referencia a la estrategia del Departamento de Estado llevada a cabo durante la guerra de Irak, donde infiltró agentes en las redes para desinformar y distribuir reportajes y comentarios de analistas supuestamente independientes. El 20 de abril de 2008, el New York Times publicó un extenso informe, con todos los detalles y fuentes fidedignas, sobre cómo el Pentágono organizó a un grupo de analistas internacionales para que construyeran un relato falso, y a un grupo más numeroso de bloggers y editores web para que difundieran esa información en Internet. En Estados Unidos, donde el poder del Estado para censurar es limitado, se controló de cierta forma el mensaje. Distinto es el caso en China y Rusia.




Hablar del caso chino, de los condicionamientos a Google para que no sea bloqueado, haciendo desaparecer de sus búsquedas los resultados referidos a la palabra clave “glasnost” sería redundante, por eso vamos directo al caso ruso.

El Estado ruso nunca olvidó las enseñanzas fundamentales de su pasado soviético: “la información es poder y el control de las comunicaciones es la palanca para conservarlo”.


En Rusia, más que una censura directa sobre los medios en general, existe una autocensura tendiente a evitar el atropello burocrático. El Estado dispone de un arsenal de mecanismos legales, administrativos y corporativos para el control de los medios tradicionales, por lo que Internet se convirtió en el ámbito de libertad por excelencia para intercambiar información sin censura. Gary Kasparov basó su actividad política en una amplia red de blogs que pudieron escabullirse ante la censura rusa. Pero sucedió que apoyado en las leyes Sorm, el Estado ordenó a los ISPs que instalaran un dispositivo en los servidores para que el FSB (Servicio Federal de Seguridad) pudiera hacer el seguimiento de los correos electrónicos, transacciones financieras y cualquier otra interacción en Internet. La justificación en todos los casos fue la lucha contra el delito y el cibercrimen.




El Estado ruso optó por crear un entorno jurídico en el que la vigilancia sea legal, reclutando a los ISPs para sus actividades de vigilancia, haciéndolos responsables del contenido punible de los sitios web alojados en sus redes, y utilizando empresas estatales para comprar sitios web populares y asegurándose que sus directores tengan todo bajo control. Por ejemplo, RuTube, el equivalente ruso de Youtube, fue adquirido por la empresa estatal Gazprom-Media en marzo de 2008. Pero donde más energía está poniendo el gobierno ruso es en mantener un ejército de bloggers y usuarios a sueldo que inundan la red con sus mensajes a favor del gobierno y preparando informes para la FSB.




En síntesis, el paradigma estadounidense es el control del contenido de Internet mediante la propaganda, el paradigma ruso el control basado en la vigilancia, y el paradigma chino el del control basado en la propiedad de la estructura física de la red.


¿Pero de dónde surge la preocupación por que esta vigilancia la haga el Estado? ¿Acaso no sucede lo mismo con las empresas privadas? ¿No podrían estar haciendo esto Fibertel y las Telefónicas? Técnicamente sí. El que controla la red puede controlar lo que sucede en ella. De hecho siempre se sospechó que muchas empresas, corporaciones, y hasta organismos públicos, controlan los e-mails de sus empleados o funcionarios.




Lo que es necesario entender, es que lo que permitió el crecimiento de Internet, en libertad, es el concepto de red distribuida. Cuanto más distribuida mejor. Por eso en su momento nos negamos al cierre de Fibertel, porque la solución pasa porque haya cada vez más proveedores, no cada vez menos. Y no sólo en la “última milla” sino también en el resto de la estructura. Definitivamente, el Estado no puede ser el único o principal dueño de la infraestructura de acceso a Internet. Comparar la red de fibra óptica con el ferrocarril es no entender la lógica de la Sociedad en Red.




En otro libro, Manuel Castells decía: “Internet es la combinación de cuatro culturas que se apoyan mutuamente: la cultura universitaria de investigación, la cultura hacker de la pasión por crear, la cultura contracultural de inventar nuevas formas sociales y la cultura empresarial de hacer dinero a través de la innovación. Y todas ellas, con un común denominador: la cultura de la libertad”. No lo olvidemos.

Autor: José Patiño

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