En el Tedeum que brinda cada 25 de mayo, el cardenal Jorge Bergoglio reclamó responsabilidad por las “tragedias, crímenes y deudas” que genera la corrupción. No hubo funcionarios nacionales pero tampoco estuvo Mauricio Macri.
El cardenal Jorge Bergoglio centró su discurso por un nuevo aniversario de la revolución de mayo en los niveles de corrupción, en un claro mensaje a todos los gobernantes. Lo hizo en la Catedral, sin presencia de funcionarios nacionales pero tampoco de Mauricio Macri, quien no asistió por problemas de agenda y le dejó su lugar a la vicejefa de Gobierno, María Eugenia Vidal.
"Nadie se hace cargo de lo que hay que hacer y de lo hecho", como tampoco de las "tragedias, crímenes y deudas que debemos pagar por hechos de corrupción", reclamó. Bergoglio advirtió también que "el poder como ideología única acentúa el foco persecutorio y es una mentira".
Con los líderes religiosos a su alrededor, el cardenal repudió "las locuras cotidianas que impiden el proyecto de país" y reclamó una convocatoria al diálogo, que exige "escucha, renuncias, reconocimiento de los errores y aceptaciones de los fracasos y equivocaciones".
"Parecería un juego inconsciente: nadie fue es, en definitiva, una verdad y quizás hemos logrado ser y sentirnos nadie", filosofó Bergoglio. "Da la impresión de que siempre caemos en lo contrario: los errores son cometidos por otros y seguramente en otro lado", se explicó luego.
El purpurado cargó las tintas sobre el relativismo, que "con la excusa del respeto de las diferencias homogeiniza en la transgresión y en la demagogia", y apuntó contra poder como ideología única, que "acentúa el foco persecutorio y prejuicioso de que todas las posturas son esquemas de poder y todos buscan dominar sobre los otros"."Ningún sistema o ideología asegura por sí mismo el cuidadoso y justo trabajo político del bien de los otros, de todos nosotros", precisó el cardenal. Identificó, además, la búsqueda del poder acumulativo con "la adrenalina y la sensación de plenitud artificial", que luego produce "autodestrucción".
"¿Qué nos lleva a ser cómplices, con nuestra indiferencia, de las manifestaciones de abandono y desprecio hacia los más débiles de la sociedad?", se preguntó Bergoglio.
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