El auto rojo que todos buscaban.
Los Pomar se accidentaron 24 días antes del hallazgo. Gabriela Pomar habría tenido una larga sobrevida. El caso provocó una crisis de Estado.
Del helicóptero de la gobernación, que acababa de aterrizar sobre un tramo de la Ruta provincial 31 conocido como curva de Plazibat, descendió el ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli. Su expresión lucía ofuscada. Eran casi las cinco de la tarde del 8 de diciembre.
–No hay dudas de que sólo fue un accidente de tránsito– musitó, mientras se abría el paso entre los movileros. Lo seguía el jefe de la Bonaerense, superintendente Juan Carlos Paggi. Éste, como excusándose, diría:–Se buscó en forma aérea y se había recorrido la ruta. Pero no teníamos el conocimiento, seguramente por falta de testigos, de que hubo un accidente.
Esa frase dio pie para que el ministro agregara: –La búsqueda nunca se abandonó. Y no hubo fallas en el rastrillaje, porque el rastrillaje los encontró. A unos metros, entre los álamos y pastizales de un pequeño bosque, estaban los restos de la familia Pomar, buscada desde el 14 de noviembre. Fernando, su esposa, Gabriela Viagrán, y las dos hijas de la pareja, Candelaria y Pilar, yacían fuera del Duna rojo, el cual permanecía con las ruedas hacia el cielo. En la zona ya había un centenar de policías, bomberos, cronistas y gran cantidad de curiosos. Entre ellos, el criminalista Enrique Preuger, quien en los ’90 adquirió cierta renombre por su intervención en el caso del soldado Omar Carrasco. Aquel hombre ahora no salía de su estupor. En ello –como se verá– habría una espeluznante razón.
Al día siguiente, desde la morgue judicial de Lomas de Zamora, se difundió el informe preliminar de las autopsias. Según su letra, en los cadáveres “no se detectaron lesiones de arma blancas o de fuego”. Y se consigna que Fernando “murió en el acto por una fractura de cráneo, al igual que su hija menor (Pilar)”. En cambio, sobre Candelaria sólo se sabe que su deceso fue también instantáneo, aunque se ignoran las causas “debido al estado de descomposición de su cuerpo”. En el caso de la mujer –que presentaba “varias fracturas y desgarramiento de hígado”–, los forenses reconocen que “habría tenido unos minutos de sobrevida”. Esta última conclusión fue transmitida una y otra vez por todos los canales de noticias.
En ese mismo instante, Preuger describía su visión sobre la escena del hecho con las siguientes palabras:–Por un lado, había tres cadáveres -el del hombre y las niñas- con un grado casi absoluto de degradación. Por otro lado, el cuerpo de la mujer presentaba únicamente un estado enfisematoso.
Se refería a la hinchazón que, por efecto de los gases acumulados, suele apoderarse de los cuerpos sin vida a los pocos días del fallecimiento. Y, con un tono doctoral, agregó:–Las etapas de reducción de los cadáveres permiten determinar el momento exacto de la muerte. En este punto, dejó picando el asunto. Dicho de otro modo –y en contraposición al informe oficial–, la diferencia entre el deterioro corporal de Gabriela y el del resto de su familia arroja una conclusión aterradora: ella habría estado con vida por varios días; posiblemente durante “más de una semana”, especula Preuger.
Semejante circunstancia –si llegara a ser cierta– se sumaría a la tragedia en sí y al carácter patético de la investigación como un detalle de suma gravedad. La misma hasta podría llegar a tener un explosivo correlato judicial, en caso de aplicarse la figura de abandono de persona, previsto en el artículo 106 del Código Penal con penas de entre cinco a 15 años de prisión. Por ello podrán ser procesados Stornelli y su segundo, el ex fiscal Paulo Starc, además de los máximos jefes de la Bonaerense y también la fiscal de Pergamino, Karina Pollice.
Durante el atardecer de aquel miércoles, Cecilia Pomar –la hermana de Fernando– cumplió el penoso rito del reconocimiento de sus malogrados familiares, pero no a través de la observación de los restos sino que solamente le fueron mostradas sus vestimentas. En paralelo, Stornelli seguía prestándose a la requisitoria periodística, esta vez para esgrimir su hipótesis del accidente:–Pomar se quedó dormido al volante.
Resultaba asombroso tal capacidad olfativa; en especial, por venir nada menos que del jefe político de una fuerza policial incapaz de localizar un auto volcado a 15 metros de una banquina.
Plegarias no atendidas.
En su cuento La carta robada, Edgar Allan Poe demostró que el mejor sitio para ocultar un objeto es ante los ojos de quien lo busca. En ese sentido, el caso Pomar es una prueba palmaria de que, en algunas ocasiones, la ficción es imitada de una manera bizarra por la realidad. Sólo que, en este caso, el velo entre los ojos de los investigadores y el objeto de la pesquisa no fue instalado con una finalidad delictiva sino que la naturaleza tragicómica de la actuación policial sólo fue fruto de la incompetencia estructural de esa fuerza en la que el gobernador Daniel Scioli y Stornelli han depositado la delicada tarea de mitigar el problema de la inseguridad, que ellos mismos han instalado como el de mayor preocupación social. Con ese propósito, no dudaron en restaurar las atribuciones que la Bonaerense tenía en sus peores épocas. De hecho, el caso Pomar tuvo el inoportuno tino de suceder justo cuando tal dupla –junto con el ministro de Justicia, Ricardo Casal– afinaban al respecto su iniciativa más audaz: el Código Contravencional, cuyo carácter punitivo ya produjo un rechazo generalizado.
El papelón generado en torno a la búsqueda de la familia siniestrada es un resultado preciso de aquella política de Estado. Durante la gestión de León Arslanián se montó un sistema de monitoreo telefónico con tres módulos. Uno para ubicar las llamadas al 911; otro permitía localizar teléfonos móviles en 60 segundos. Y el tercero disponía que cada comisario tuviera un Nextel siempre encendido, que permitía rastrear sus pasos. Al asumir Stornelli, por pedido expreso de los jerarcas de la Bonaerense para así evitar el control civil, este programa fue desmantelado. De no haber sido así, los Pomar habrían sido localizados en el mismo momento en que se radicó la denuncia por averiguación de paradero.
El rol de la fiscal Pollice –el apellido es pura coincidencia– no le va a la zaga. Basta recordar sus declaraciones hechas a 13 días del accidente: “La investigación está muy avanzada. Pero aún no hay resultados”. Ya se sabe que, en el vasto territorio bonaerense, la Justicia funciona como una simple auxiliar de la policía, además de depender de ella hasta para el traslado de detenidos.
No hay registros certeros –ni evidencias– sobre la cantidad de rastrillajes en la zona del hallazgo, como tampoco acerca del número de policías dispuestos para esa tarea. La fiscal habló de tres rastrillajes, mientras que la cifra expuesta por el subsecretario Starc trepó a ocho. Los vecinos del lugar, en cambio, sostienen que allí no se hizo ningún rastrillaje.
“No descartamos ninguna hipótesis”
Fue la frase oída con mayor recurrencia durante estos 24 días. La misma es una especie de lápida para toda investigación empantanada en un irremediable punto muerto. Stornelli y Starc suelen repetirla con inquietante recurrencia. Y desde las usinas propagandísticas del Ministerio –a cargo del ex periodista Eduardo Cura– se irradiaron versiones apócrifas que señalaban al jefe de la familia desaparecida como el artífice de su propia desgracia; trafico de drogas, deudas, violencia doméstica, abuso sexual y, por último, tres homicidios seguidos por un discretísimo suicidio, fueron los nudos narrativos que maquillaron la ausencia de los Pomar. Y a través de sus fuentes confiables, toda una jauría de periodístas graficos, radiales y televisivos transformaron con avidez aquellos embustes en información.
La "corazonada" del Crio. Ruiz
Nadie, sin embargo, atinó a considerar un alerta al 911, realizado el 27 de noviembre por el pasajero de un micro que vio el auto volcado al costado de la Ruta 31. Pero 11 días después, el comisario Juan Carlos Ruíz se adjudicaría su hallazgo, tras ir hacia el sitio del accidente “impulsado –según sus propios dichos– por una corazonada”. En realidad, acudió allí luego de ser avisado sobre la presencia de los cuatro cadáveres por un chacarero de la zona.
El terremoto causado por el caso Pomar en el seno de la Bonaerense es únicamente comparable al efecto de la masacre de Ramallo en la cúpula de entonces. Ahora, además de los jefes policiales de Pergamino y Carmen de Areco, también fueron removidos cuatro superintendentes; entre ellos, el segundo jefe de la fuerza, comisario general Antonio Torreira. A su vez, el subsecretario Paulo Starc sería el fusible ministerial. Y quizás el ex fiscal Stornelli regrese a los tribunales, pero ahora en calidad de imputado.
Autor Ricardo Ragendorfer. Fuente Miradas al Sur
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