Los liceos militares son necesarios
La oposición rechaza un proyecto del Poder Ejecutivo que procura eliminar la instrucción castrense en esos institutos.
La Diputada Nacional Patricia Bullrich presentó un Proyecto de Resolución solicitando al Poder Ejecutivo Nacional que informe, acerca de la implementación de cambios de fondo tanto en los planes de estudio como en el régimen interno por el cual se rigen los Liceos Militares.
El debate planteado por iniciativa gubernamental sobre los liceos militares no podría entenderse si no fuera por los vientos de animadversión que han soplado contra cualquier institución desde la que se inculquen valores y tradiciones vinculados con las Fuerzas Armadas.
Las fuerzas opositoras del Congreso de la Nación han rechazado, en trabajos de comisión, la primera versión del llamado "Plan Liceos 2010", elaborado por el Poder Ejecutivo.
Un punto central de ese plan está llamado a eliminar la instrucción militar de tales institutos de enseñanza secundaria.
Desde el preámbulo de la Constitución nacional, en el que los representantes del pueblo de la Nación Argentina establecen esa ley mayor de la República para proveer, entre otras razones superiores, a "la defensa común", el orden legal argentino ha sido concebido sobre la idea de que la paz es un ideal, un bien, pero que por igual puede haber, y hay, lamentablemente, guerra entre los pueblos.
La historia está lejos de enseñar que la paz queda asegurada para un Estado por el hecho de hallarse desarmado. Con ciega irresponsabilidad se ha ido dejando al país en la indefensión por carencia de armamento suficiente para las Fuerzas Armadas, previstas nada menos que por la Constitución nacional.
Peor aún es la sensibilidad con la cual se han tratado con frecuencia desde el oficialismo las cuestiones que conciernen a todo lo que de aquellas fuerzas emana.
Véase el caso de los liceos. Son nueve, seis bajo la órbita del Ejército; dos, de la Armada, y uno, de la Fuerza Aérea. El primero de todos, en cuya segunda promoción cursó el ex presidente Raúl Alfonsín, es de 1938: el Liceo Militar General San Martín.
La Armada fundó el primero de los propios en 1947 por decisión del presidente Perón y lleva el nombre de un almirante asociado a las glorias nacionales: Guillermo Brown.
Luego siguieron otros institutos más del Ejército e, incluso, la Fuerza Aérea ha llevado adelante, en Funes, Santa Fe, su experiencia en un terreno que es eminentemente educativo.
A lo largo de más de setenta años, miles de argentinos se han graduado o realizado estudios parciales en instituciones cuya enjundia educativa se puede medir por la calidad de los hombres y mujeres allí formados.
Una de esas casas de enseñanza, el Liceo Naval Almirante Guillermo Brown, fue conceptuada a comienzos de los años sesenta como una de las de mayor jerarquía en América latina, en el nivel secundario.
Y bien, ¿con qué argumentación sólida se puede sostener que debe prescindirse, en ámbitos cobijados bajo la inspiración protectora del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, de instrucción militar? Si los padres, que ejercen mucho antes y con más derechos que el Estado la tutela sobre los propios hijos, aceptan la incorporación de ellos a un tipo de enseñanza especializada, ¿qué es lo que tiene seriamente para opinar en contrario, a estas alturas, la siempre fugaz autoridad de un ministerio? Sería demasiado descabellado suponer que lo que se busca es romper esa suerte de puente entre la sociedad con formación militar y la sociedad civil con la cual aquí, y también en el exterior, han sido fundados este tipo de liceos, ya que su alumnado no suele seguir la carrera de las armas. Pero es tanta la sinrazón del discurso seudoprogresista de desaliento a los valores de disciplina y entrenamiento mínimo para situaciones de conflicto militar, que nada cabría desechar entre las motivaciones que han encontrado, por fortuna, escollo en el recinto legislativo.
La propuesta del dictamen de la mayoría opositora ha recomendado consultar, antes de sancionar cambios en el régimen en vigor, a expertos, entre los cuales convendría incluir a graduados de vasta y prestigiosa actuación en sus respectivas disciplinas en la vida civil, y a legisladores y padres.
El temple que adquirieron generaciones de miles de adolescentes argentinos en un sistema de mayor demanda en el esfuerzo personal, físico e intelectual, tenía su recompensa, después de jurar lealtad a la Bandera en el cuarto año, en la excepción del servicio militar obligatorio. Como es obvio, al quedar abrogada la conscripción cayó esa excepción tan justificada, pero no el sentido y utilidad para el país de que los graduados integren la reserva de las Fuerzas Armadas.
Es inexplicable, y verdadera pequeñez de estos tiempos que ya pasarán, que haya quienes minimicen lo que significa para el interés nacional contar con recursos humanos como los que han surgido de aquellos liceos.
Hace un par de años (en 2006, en particular), parecía inminente la decisión de eliminar estos institutos. Con otras mayorías en el Congreso se abre ahora la posibilidad de que queden en la nada ideas que no pueden surgir sino de la misma usina de siempre de confrontación, de ardides provocadores y de búsqueda de conflictos sociales, en lugar de ocupar el tiempo en lo que urge, que es propender a la unión y a la armonía entre los argentinos.
2 comentarios:
Esta diputada ex montonera no ha hecho su mea culpa que se conozca. Por ende es mujer peligrosa.
Ya siendo diputada peronista con Meijide presentaron en la Camara el proyecto de aborto. Nada mas
Los Liceos militares argentinos, juntamente con las Escuelas Normales, Colegios Nacionales, Escuelas de Comercio, Escuelas Industriales y algunos colegios privados son los mejores institutos de educación secundaria de la República. En especial los Liceos militares, donde para ser admitidos los alumnos rinden un riguroso examente de ingreso y por ello todos los cadetes tienen una excelente condición de ser buenos receptores de una esmerada educación. La medida tomada por el gobierno de los Kirchner no deja de ser un acto de humillación para nuestras Fuerzas Armadas. Antonio Nour.
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