Daniel Scioli y un juego peligroso
En el último tiempo, los kirchneristas más fanatizados se lanzaron directamente contra la gestión sciolista cuestionando su política de seguridad. Esta operación bajada "desde arriba" disparó las reacciones en Provincia para evitar nuevamente el intevencionismo K. La defensa dejó pegada la figura del Gobernador a la de su ministro más polémico. Escenarios hacia octubre
Los tiempos de campañas se adelantan y todos los actores políticos comienzan a colocar sus fichas para las próximas batallas electorales, que serán muchas y muy reñidas, pero teniendo en cuenta que es un tablero político que cambia constantemente.
Desde hace varias semanas un sector de los ultrakirchneristas viene atacando en forma personal y sistemática al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Ricardo Casal, sabiendo que es el ministro más débil del gobierno de Scioli.
El Gobernador entendió que era tiempo de reaccionar y poner freno a la embestida de la Casa Rosada: salió a respaldar a Casal como ministro y su política de seguridad.
El hombre al mando del gabinete de la Provincia, hábil en el armado político y mano derecha del Gobernador, salió a defender a capa y espada la postura de su Jefe, pero puso mucho más énfasis en la política de seguridad que en quien está a cargo de dicha cartera.
Esta arremetida oficial causó un efecto inmediato: por un lado, quedó solo el ex ministro de Seguridad Carlos Arslanian criticando a Casal; por otro lado, con la embestida de Scioli se acallaron las voces críticas que venían orientadas desde la Casa Rosada.
Algunos hombres del entorno del Gobernador decían que “…era todo un triunfo, los pusimos en caja y, además, marcamos territorio. Hasta acá los dejamos pasar, pero éste es el límite; si se pasan de la línea, los sacamos a patadas…”. Todos estaban contentos.
Pero el análisis que se hace desde la Casa Rosada no es el de una derrota; por el contrario, ellos piensan que desde la Provincia cometieron un error, y entraron en el propio juego de los ultrakirchneristas; pusieron a Scioli de la mano de Casal, con lo cual ahora sólo resta esperar.
Desde la Casa de Gobierno nacional saben que la seguridad de la provincia de Buenos Aires es un tema muy candente: para el 79 por ciento de la sociedad es su principal preocupación. Probablemente no vendrán más ataques dirigidos, salvo el de algún ultrakirchnerista descolgado que se mande solo con críticas a Casal, pero la orden desde arriba es clara: hay que esperar.
Cualquier hecho de inseguridad que mueva los cimientos de la sociedad bonaerense ya no sólo dañaría la figura de Casal, sino que esta vez el golpe iría directo a Scioli. Que acontezcan casos graves de inseguridad no resulta descabellado. Hay pocos policías en las calles, y ninguna asistencia en materia de seguridad desde la Nación; hay quite de colaboración desde las fuerzas de seguridad nacionales a la Provincia. Todo esto sumado, es un cóctel peligroso; los delincuentes que viven de las señales lo saben leer, y pueden entender que tienen las zonas liberadas.
Los únicos enemigos hoy de los delincuentes son los policías bonaerenses; el resto de las fuerzas de seguridad nacionales van a estar ausentes.
Scioli hizo bien en marcarles el territorio, y poner énfasis en que a la provincia de Buenos Aires la maneja él. Muchos de sus asesores salieron a defender la persona de Ricardo Casal, lo cual resulta meritorio, pero pusieron al Gobernador en una situación incomoda y de difícil salida. Sólo el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, entendió que había que defender la política de seguridad y la aplicación de las leyes, y no a Ricardo Casal.
Desde el entorno del Gobernador le solicitan que acentúe su política en el tema de seguridad, pero sin hacer hincapié en los hombres que hoy manejan el tema. Scioli tiene la capacidad para mejorar las condiciones de seguridad de los bonaerenses, aunque también sabe que tiene que mantener a su ministro Casal hasta después de los comicios. Hoy no puede cambiarlo, no puede ceder a la presión de la Casa Rosada; pero también entendió que debe defender sus políticas de seguridad y no a los hombres que las aplican, si quiere ser una opción electoral en el mes de octubre.
Desde hace varias semanas un sector de los ultrakirchneristas viene atacando en forma personal y sistemática al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Ricardo Casal, sabiendo que es el ministro más débil del gobierno de Scioli.
El Gobernador entendió que era tiempo de reaccionar y poner freno a la embestida de la Casa Rosada: salió a respaldar a Casal como ministro y su política de seguridad.
El hombre al mando del gabinete de la Provincia, hábil en el armado político y mano derecha del Gobernador, salió a defender a capa y espada la postura de su Jefe, pero puso mucho más énfasis en la política de seguridad que en quien está a cargo de dicha cartera.
Esta arremetida oficial causó un efecto inmediato: por un lado, quedó solo el ex ministro de Seguridad Carlos Arslanian criticando a Casal; por otro lado, con la embestida de Scioli se acallaron las voces críticas que venían orientadas desde la Casa Rosada.
Algunos hombres del entorno del Gobernador decían que “…era todo un triunfo, los pusimos en caja y, además, marcamos territorio. Hasta acá los dejamos pasar, pero éste es el límite; si se pasan de la línea, los sacamos a patadas…”. Todos estaban contentos.
Pero el análisis que se hace desde la Casa Rosada no es el de una derrota; por el contrario, ellos piensan que desde la Provincia cometieron un error, y entraron en el propio juego de los ultrakirchneristas; pusieron a Scioli de la mano de Casal, con lo cual ahora sólo resta esperar.
Desde la Casa de Gobierno nacional saben que la seguridad de la provincia de Buenos Aires es un tema muy candente: para el 79 por ciento de la sociedad es su principal preocupación. Probablemente no vendrán más ataques dirigidos, salvo el de algún ultrakirchnerista descolgado que se mande solo con críticas a Casal, pero la orden desde arriba es clara: hay que esperar.
Cualquier hecho de inseguridad que mueva los cimientos de la sociedad bonaerense ya no sólo dañaría la figura de Casal, sino que esta vez el golpe iría directo a Scioli. Que acontezcan casos graves de inseguridad no resulta descabellado. Hay pocos policías en las calles, y ninguna asistencia en materia de seguridad desde la Nación; hay quite de colaboración desde las fuerzas de seguridad nacionales a la Provincia. Todo esto sumado, es un cóctel peligroso; los delincuentes que viven de las señales lo saben leer, y pueden entender que tienen las zonas liberadas.
Los únicos enemigos hoy de los delincuentes son los policías bonaerenses; el resto de las fuerzas de seguridad nacionales van a estar ausentes.
Scioli hizo bien en marcarles el territorio, y poner énfasis en que a la provincia de Buenos Aires la maneja él. Muchos de sus asesores salieron a defender la persona de Ricardo Casal, lo cual resulta meritorio, pero pusieron al Gobernador en una situación incomoda y de difícil salida. Sólo el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, entendió que había que defender la política de seguridad y la aplicación de las leyes, y no a Ricardo Casal.
Desde el entorno del Gobernador le solicitan que acentúe su política en el tema de seguridad, pero sin hacer hincapié en los hombres que hoy manejan el tema. Scioli tiene la capacidad para mejorar las condiciones de seguridad de los bonaerenses, aunque también sabe que tiene que mantener a su ministro Casal hasta después de los comicios. Hoy no puede cambiarlo, no puede ceder a la presión de la Casa Rosada; pero también entendió que debe defender sus políticas de seguridad y no a los hombres que las aplican, si quiere ser una opción electoral en el mes de octubre.
Autor: Mario Baudry
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